Asalto a Yukiko

Mi ambición era muy fuerte, habia venido para hacerla realidad, pero de momento no puedo hacerlo yo sola.

Tuve la osadia de adentrarme en el territorio de los Urobas oficiales, buscando concretamente a su emperatriz Yukiko.
LLegué frente al castillo en el cual se encontraba, suprimí mi aura y salté sigilosamente por encima de la muralla intentando no ser vista, el castillo era muy parecido al de los renegados, por no decir igual, asi que conocia todos los pasadizos y pasillos distintos.

Llegué a la gran sala donde deberia estar, entré sin miramientos y cerre la puerta dando un potente portazo, coloqué después una silla pillando el manillar de manera que la habitación quedara sellada, no iba a entrar nadie, pero sin duda si algo me ocurria salir iba a ser muy dificil, me estaba arriesgando demasiado.

Miré al fondo de la sala y alli estaba, aquella Uroba insolente con la que me encontré en mi entrenamiento y empezó a tratarme como a una misera hormiga, la detestaba, pero eso ahora me daba igual, y creo que a ella tambien.
Cogí mi espada envainada y la tiré a unos 3 metros de mi, acto seguido levante los brazos.
-Yukiko, he venido solo a hablar, no quiero problemas...Espero que estés dispuesta a escucharme.- bajé los brazos y lentamente empecé a acercarme a ella con cautela dejando mi espada atrás.

Estaba nerviosa, no por su presencia, sino porque este era un paso mas en mi ambición.

Sonreí en cuanto mis pequeños urobas me dieron la alarma, la dejaría adentrarse sin ningun problema, la dejaría llegar hasta mi. Me quedé sentada observando el horizonte con una media sonrisa, esa mujer no sabia donde se habia metido y lo iba a descubrir demasiado tarde.

Rocé mi pequeño silvato con los dedos, un solo pitido y mis chamanes estarían en las puertas del cuarto. La observé por encima del hombro cuando entró-Si hubieses venido a hablar... habrias esperado a que te cerrara el paso pequeña insolente-Sisieé.
Me acerqué a la espada y la cogí, no debía de haber echo eso en ningún momento, pues quizás no iba a recuperarla, no sabía que manía tenían todos por tirarme sus espadas, al final iba a crearme un arsenal entero con ellas.-Creo que te metes en donde no te llaman, quiero decirte que... te metes en mi castillo, en mi propia habitación y descuidas tu arma-reí.
No me extrañaba su comportamiento, Herb no sabía ni por asomo hacer las cosas bien-Pero vamos, sientate charlemos de la quema de bosques y sus consecuencias-me volví a mi sitio, todavía en guardia y me senté con la mirada triunfante, sosteniendo la espada.

-Oh vaya, que mala educación por mi parte, quizas deberia haber llamado al timbre y preguntarle a algun soldado que si podias bajar a jugar, pero dudo que me hubieras abierto, de hecho seguro que ahora mismo estaria en el calabozo y hubiera desperdiciado esta ocasión, se realista, nadie me llamaria aqui debido al odio que existe entre renegados y tus subditos...-
Yukiko congelo mi funda con la espada dentro, pero eso no me preocupaba, si la habia tirado es porque no tenia ni la mas minima intención de empezar un conflicto.
Ya que ella no me ofreció asiento yo misma apilé dos sillas y me senté quedando yo por encima de ella.
-Vaya, no tengo intención de hacerte daño hoy, solo vengo a hablar.- Crucé las piernas y la miré fijamente.
-¿La quema de bosques verdad? Mira no se si te lo creeras, pero yo no he tenido nada que ver, ah, y yo controlo lo que quemo, no soy como el idiota de mi emperador que siempre va borracho y hay veces que no controla. Simplemente entrenaba y tanto tu como yo sabemos que no nos viene bien quemar los bosques de los Urobas ahora mismo, necesitamos recursos o algo que esta raza pueda dar, y dudo que podamos exportar cubitos de hielo, jeje- rei mirando lo congelada que estaba la vaina de mi espada.

-Al menos espero haberle dado la impresión de que no estoy a favor y menos aun he sido criada por su enemigo Herby, no tengo nada que ver con el-