Choques vegetales (Yuliya y Florencia)

Me sentía mucho más cómoda en este continente. No es que el otro me molestase, pero conocía mejor los lugares de mi tierra. Aun que claro, ya no había tal tierra que me perteneciera.

Era ya muy vieja, y los años me habían demostrado que no había un solo lugar al que llamar "patria". Todo lugar donde existiera vida sería mi hogar y lo protegería con igual fortaleza y decisión como si hubiera nacido entre los demás arboles.
Como hija de la naturaleza mi misión era conservarla al igual que todo aquello que representara rastro de vida.

Me sentía a gusto. Poder disfrutar de la hierva bajo mis pies y del aire fresco y húmedo del bosque.
Escuché el cercano sonido de las cascadas y me acerqué a una de ellas. Me senté sobre la húmeda hierva disfrutando del sonido del agua al caer, el de los pájaros al piar y el de demás animales salvajes continuando sus particulares vidas.

El volver a Lineris después de los viajes a Vaahl era como volver a casa, al Bosque de Espinas. ¿Qué tendría este continente? Ni idea, pero sabía que me encantaba tal y como es.

Las cascadas eran uno de mis lugares favoritos para practicar la meditación, pero hoy iba por el simple hecho de verlas, de oir el rumor del agua fluyendo y cayendo de las alturas.

Sentía que toda zona natural era mi hogar... Y mi hija. "Alguien" que me pedía mi ayuda y protección. Era mi deber mantener el bosque. Era mi destino. Sabía que a eso no debía fallar, ni permitir cosas como las que ocurrieron en el pasado. A veces por eso me ardía la sangre de saber lo que hacían algunos Urobas. Nunca he sido de meterme en medio de un conflicto de dos razas, pero si me afecta de alguna manera, no dudaría en hacer algo al respecto.


En cualquier caso, llegué allí, a la zona alta de las cascadas, y caminaba por las tranquilas aguas del riachuelo que pasaba por allí, hasta que vi la parte de la caída de agua, y me senté en la orilla.

Hasta ese momento no me fijé que enfrente, estaba una mujer de aspecto mayor bajo la sombra de unos árboles, y parecía tranquila y serena, como yo debía estar en estos momentos cais seguro.

Clavé mi mirada, tranquila, en el rostro de la señora mayor y me quedé mirándola por unos segundos, pensando ¿Qué haría una mujer tan mayor en un lugar como este sola?

Al final no lo dudé. Me volví a meter al riachuelo y lo atravesé andando con cuidado de no resbalarme. Mis pies tenían buena adherencia para tal tarea, debido al paso de los años y del desgaste, así que no fue relativamente difícil. Al final llegué al otro lado, y me quedé de pie, al lado de la señora, unos segundos en silencio, hasta que fue roto por mi voz.

Señora ¿cómo es que anda usted sola por aquí?

Repuse agachándome a su lado y mirándola con una sonrisa condescendiente. Si necesitaba ayuda de alguna clase, aquí estaba yo

Ya estaba empezando a sacar las galletitas y el té, mientras meneaba suavemente la cabeza tarareando una cancioncilla en voz baja cuando algo perturbó mi paz.

Levanté la cabeza y vi a quien estaba frente mía. Mis ojos, ya arrugados, se contrajeron y se centraron en ella con una mueca de desagrado. Era ella.

Esa jovenzuela que se creía que podía liderar un reino con sus ansias de poder. El poder no era más que para los rufianes, los tiranos y las niñitas mal criadas.
Ya está, ya me había cabreado. ¡Pues se iba a quedar sin pastitas!

Continué, mirándola con recelo, mientras me acercaba la tazita de té a la boca. Pegué un pequeño sorbo, aun sin dejar de mirarla mal.

-Mejor sola que mal acompañada, muchacha.-la miré de arriba a bajo, estaba empapada. ¡Al cuerno! Que cogiera un resfriado si hacía falta.

Me dió la sensación de que esta señora me había mirado con mala cara. ¿Tenía monos en la cara o algo?

Y esa respuesta... ¿Quería que me fuera?¿Pero qué rayos?

ME arrastré hasta ponerme delante, y le miré a los ojos.

¿Perdón?¿Le ocurre algo, señora?

De momento tenía uqe mantener la calma, porque no iba a perder los estribos por una señora mayor que sólo me miraba mal. Pero me sorprendía ¿Acaso yo le había hecho algo y no me había dado cuenta?¿Se le habrá muerto su mascota o algo así?


En fin... No lo sabría, hasta que ella me respondiera. Mis ojos grisáceos no dejaban de escudriñar sus ojos verdes en busca de una respuesta

Se me acercó, parecía hasta intrigada por mi respuesta. Me ofendió, entonces, ver que no me reconocía.

Empecé a refunfuñar por lo bajo, delirios de ancianos... Entonces se me acercó mucho, me aparté un poco, desconfiada.

-Me ocurre que no me gustas. Eres la "emperatriz" de las driades ¿no?. Já. ¿Como una muchachita inexperta como tu y con tantas ansias de poder va a ser buena liderando nuestro amado pueblo?-dije, clavandola la mirada.

¿Cómo ella sabía que yo era la emperatriz dríade?¿Y por qué decía que tenía ansias de poder y era inexperta?¿Qué se estaría pensando?¿A lo mejor por la edad decía cosas incoherentes?

Ella se apartó antes de decir todo eso, refunfuñando.

¿Qué?¿Inexperta?¿Ansias de poder? Sí, soy la Emperatriz, pero ¿de dónde has sacado la poco fiable idea de persona inexperta y ansiosa de poder?¿En qué se basa usted para decirme eso?

Me acerqué a ella y puse una mano en el árbol que tenía a la espalda, mirándole con mirada acusadora

La miré con desdén.

-De poco fiable nada. Solo hay que verte para afirmar que la experiencia no es la que impera en tu espíritu. Tu y la anterior emperatriz, nada. ¿que dirían nuestros ancestros si el destino de las dríades estuviera sometido a la codicia y a la inmadurez-seguí refunfuñando-¡Y a mí no me mires así, jovencita!

Me levanté de ahí, y le di la espalda después de que me dijera que no la mirara así tras separarme unos pasos. Me crucé de brazos, cerrando los ojos, tratando de no perder la calma.

Es natural que no tenga experiencia dada mi temprana edad. Sin embargo.. ¿Cómo se atreve a decirme usted, una dríade, una compatriota, por lo que deduzco de sus palabras, que soy una codiciosa e inmadura, cuando me desboco por el Imperio?¿Es que acaso usted lo sabe todo de mí?

Me giré hacia ella con el ceño fruncido, y mis ojos algo rasgados por la mirada acusadora que le volví a lanzar

¿Quién es usted para decirme eso, señora?

De repente la hierba de mi alrededor se separó de mis pies, como si no quisiera tocarme.

Permanecí en silencio mirandola muy seria.

Guardé las cosas en la bolsa y me levanté despacio, tomandome mi tiempo.
Mis ojos la fulminaron.

-Soy la emperatriz dríade renegada.

Tenía motivos de sobra. La chica se aplicaba, pero no lo suficiente. La juventud era una virtud, pero cuando se trata de saber decidir y saber liderar no era más que un obstáculo. Pasajero, pero un obstáculo al fin y al cabo. Y no solo era la edad. Había observado y escuchado, las ambiciones de aquella mujer eran obtener cuanto más terreno mejor. No comprendía que la mejor forma de proteger no es retener, así es como la vida se marchita.

-Y si no eres capaz de controlar tu carácter en determinadas situaciones, más motivos me das para mantener mi postura firme.

Mi estado era tranquilo, pero serio. Mi voz tosca, pero firme. No tenia mido, pero la prudencia era un gran don que el tiempo me había otorgado.

Al final la señora se atrevió a decirlo. Era la emperatriz renegada... ¿Y osaba decirme todo eso a mí de esa manera? Si bien le tenía mucho respeto a los mayores, pero esta mujer no me tenía nada de respeto.

Y era la emperatriz renegada... Oculta en las sombras, normal que no me enterara de su existencia. Me había estado espiando, supongo.

Tenía claro algo. Si quería evitar guerras, debía controlar las cosas yo. Y ¿Qué era un imperio sin colonias pues?

Pero esa mujer me estaba calentando, sin duda. ¿Que no sabía controlar mi carácter decía?

La hierba a mi alrededor en un círculo de unos 30 cm de radio decreció, como si no quisiera que yo las viera, y miré a la anciana con dureza.

Aunque seas la que reniegue de mí... No tienes derecho a decir todo eso....Y a pesar de que seas anciana... Como continúes diciendo improperios sobre mí... Te lo haré pagar....

Toqué un tronco de árbol con la mano suavemente y miré a la anciana.

Retira todo lo qeu has dicho y haré como que no ha pasado nada...

La miré con indiferencia. Y con la mano hice un gesto de desinterés y pasotismo.
Me giré, dándola la espalda y comencé a caminar, apoyándome en mi garrote, pasando completamente de ella mientras refunfuñaba.

-A ti te voy a retirar lo que digo. Si no lo hago a la gente común lo voy a hacer contigo.-dije mientras me iba refunfuñando, indignada por su humor y su "amenaza"-Ale, ale. Quédate ahí pasmada suministrando tu odio a la hierva.

Comencé a irme poco a poco

Ésta se estaba riendo de mí. Y además se daba el lujo de darme la espalda y de dejarme aquí.

No lo iba a permitir. Me acerqué a ella de un salto, desenfundando mi espada en el aire, y ayudándome de un árbol con la otra mano, caí delante de ella, con la espada apuntada hacia su cuello.

No te permito que me hables así. Menos siendo la anciana que se niega a entender la realidad. Está claro que te has estancado en el pasado, y no hay manera de hacerte abrir los ojos.

Apareció delante mía apuntándome con una hoja a lo que la miré arqueando una ceja.

-Mi camino no es el de la violencia. Veo que el tuyo si, eso no dice cosas muy buenas tuyas menos aun habiendo nacido del gran arbol corazón-dije negando cabizbaja mientras suspiraba con resignación. la aparté con mi bastón la espada con un poquito de fuerza, pero la suficiente como para que apartara del todo su espada.-Yo no tengo nada más que tratar contigo.

Y pasando de nuevo de ella seguí andando, ignorándola.

Pese a todo, una vieja ya sabía bien como cubrirse las espaldas. Había comenzado a tener mis ases bajo la manga desde que aquella muchachita comenzó a alterarse. No estaba desprotegida, ni mucho menos.

ME estaba enfadando aquella mujer. Mucho. Más de lo que yo misma andaba imaginando. Así que ordené a un árbol extender una rama y rodearla por el vientre, para así mantenerla quietecita, e ir enroscándose y cerrando el cerco poco a poco.

Todavía no he acabado contigo. Yo sí tengo cosas que tratar. Ya que te he encontrado... Me vas a contar qué planes tienes. Porq ue has de tener un plan contra mí ¡Segurísimo!

Repuse colocándome frente a ella, de brazos cruzados

Me atrapó con lo que parecían las ramas de un arbol.

La miré de forma interrogante y ofendida. ¿Como se atrevía?

La fulminé con la mirada. El lugar, por la gran cantidad de agua, estaba lleno de vegetación, eso incluía el suelo. Comencé a hacer que las plantas del suelo crecieran frondosas a gran velocidad hasta sujetarla los pies, las piernas, subiendo por el torso y atrapándola hasta los brazos, estos incluidos, dejándola aun con los brazos cruzados, maniatada.
El árbol que me estaba agarrando hice morir sus ramas, ya que tenía el don de crear y descubrir. Sin embargo me aseguré de que solo fueran sus ramas y no el árbol, que no tenía culpa de nada.

Mientras todo esto sucedía yo la miraba firme y la hablaba

-¿Crees que si tuviera planes te los diría? No, hija, no. No tengo nada pensado contra ti, aun, y de tenerlo serías la última a quien se los diría. Ja! pero que se piensa la chochona esta-dije refunfuñando, indignada marchándome del lugar. Me giré y la fulminé con la mirada-Cada día reafirmo más mi postura de que no debes liderar ni a una hoja.

Acto seguido desaparecí, teletransportándome a mi reino, haciendo antes morir las enredaderas que la amarraban.