Carta para Jace

Era cierto que no me personificaba en este lugar desde el cumpleaños de la pequeña Lucía. Pero aun así, creía conveniente darle la enhorabuena por su victoria. Había perdido completamente la pista de Luccie y Walter, y también deseaba poder encontrar algunas respuestas en Jace, con respecto a ellos.

Aún el sol lucía resplandeciente en el exterior, con la intensidad que sólo la bella Acrisea sabía darle con su deslumbrante sonrisa. Una paloma tan blanca como el marfil, entró volando por la ventana del despacho y dejó caer sobre la mesa un pequeño pergamino enrollado por un pequeño cordel dorado. Sin cesar su vuelo, dio la vuelta y volvió a abandonar el Castillo por donde había entrado.

Se trataba de una carta escrita del puño y letra del propio Rey de los Ángeles que iba dirigida al mismísimo Jace. La letra era elegante y estilizada, escrita con tinta dorada. Y junto al firma, rezaba el sello real de los ángeles, con una majestuosa águila dorada enmarcada en el círculo del propio sello.

Carta para Jace:

Noté que una paloma mensajera de una blancura impoluta se adentró en mis aposentos para dejar un pergamino y, sin ninguna dilación, marcharse por la misma ventana por la que entró.
Desenrollé el pergamino y lo leí, así que me tomé el trabajo de escribir y enviar, mediante un mensajero común, una carta en respuesta.

- Katerina! - Llamé fuerte, con la intención de que se me escuche en cualquier rincón del castillo.

Spoiler:

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Como una exhalación me personifiqué en el despacho de Jace en cuanto escuché que me llamaba.
–¿Me has llamado, Jace? –Pregunté al tiempo que me atusaba el cabello con cierta coquetería y el vestido victoriano en tonos negros y rojos carmesíes, que me acababa de poner a la carrera al haberme levantado de la cama justo al escucharle–. ¿Qué sucede?
Observé a mi alrededor y vi que Jace acababa de dejar la pluma sobre la mesa y enrrollaba un pergamino. Lo observé con curiosidad, ¿tendría que ver con aquello?

- Vestite según el protocolo y llevá un par de armas bien ocultas, por las dudas. Nos vamos al reino angelical, y te elegí como mi guardaespaldas. - Le dije a la vez que simplemente envainaba mi masamune en su funda de la espalda, puesto que mi ropa era aceptable según los protocolos.

La cara que se me puso al escuchar su orden no tenía precio... "¿Al reino angelical? ¿Acaso vamos a cazar ángeles como nuevo hobby?"
–De acuerdo, ¡al punto!
Y desaparecí nuevamente como una exhalación para elegir un vestuario adecuado para la ocasión, armarme adecuadamente y regresar poco después, lista para partir.
–Cuando quieras, estoy lista.

- Sin más, vamos... - Quizás un poco precipitadamente me tiré por la ventana de la torre para, en plena caída libre, desplegar mis alas y comenzar el viaje.