Morada en el Hielo

FDI: Venimos de aquí: https://creatureswars.forosactivos.net/t2063p45-tomandome-un-descanso-que-se-meta-quien-quiera-d#38534
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Aparecimos en un destello de luz sobre la cima de una montaña helada. El cielo había comenzado a clarear, se acercaba el amanecer de la bella Acrisea. Aquella luz azul añil reflejada en la blanquecina nieve, dibujaba un paisaje sobrecogedoramente hermoso.

Estábamos sobre la superficie que parecía dar entrada a una caverna en medio de las montañas nevadas. Noté rápidamente el frío, pero yo sabía resistirlo, aunque Amy seguramente estaría helada de frío. Rápidamente me quité la chaqueta y se la puse sobre los hombros.

- ¿Estás mejor, querida? -Le pregunté con suavidad, mirándola directamente a sus profundos ojos verdes. Me refería a la, ya no, presencia del demonio.

Al momento de aparecernos, noté una fría brisa acariciar mi sensible cuerpo. Y fue entonces cuando me abracé a mí misma, para tratar con mis brazos de impedir una disipación de calor al aire. Había una cueva allí mismo, y quería meterme al menos en la boca, para evitar el avance de la brisa.
No obstante, una directa mirada de Lucius, acompañada de una suave voz con tono atento.

Asentí lentamente, casi paralizada por su atrayente mirada. No podía evitarlo. Sabía transmitir mucha calma con su presencia y su mirada.

Casi casteñeteando mis dientes, fui a responder, con mi siempre afable tono de voz, a pesar de que aún sentía ciertos picores por la espalda.

Sí, muchas gracias, Lucius, por preocuparte y sacarme de allí.

Repuse frotando mis brazos por el frio. Estaba como si una gran ola de hielo estuviera azotándome por la espalda, lo que me provocaba el efecto positivo de relajarme los picores de espalda.

Era algo que debía explicarle, así que procedí a ello, sin perder el contacto visual de sus ojos azules absorbentes. Era coo si me sumiera en un océano de tranquilidad, cuyo cuerpo me ofrecía la calma y seguridad que su presencia imponía cerca de él.

Veo...que has notado que cuando tengo mucha oscuridad cerca...siento cierto malestar...

Pero no podía aguantar más ahí fuera, así que me apequé a Lucius, tratando de rodear parte de su cuerpo con mis brazos. Él transmitía mucho calorcito agradable con su cuerpo, y eso me reconfortaba y hacíame sentir bien.

Casi temblando del frío, le dediqué una mirada, aún sin soltarme de él. Ya me empezaban a casteñetear los dientes, pero al menos los brazos y el tronco no me temblaba por el contacto con su cuerpo.

Lo si-siento, Lucius...estoy...con-congelada...

Sonreí para mí mismo, ruborizándome ligeramente, me sentía culpable por haberla traído precisamente hasta aquí y ahora estaba muriéndose de frío, pero tampoco podía evitar ver lo adorable que estaba así. La abracé. Mi temperatura corporal era bastante elevada, y con mis brazos podía abarcarla entera.

- Perdóname, Amy. No pretendía traerte al frío precisamente... -Susurré suavemente, aun durándome el rubor en las mejillas-. Vamos. Dentro se está mucho más acogedoramente...

Procurando no despegarla de mí demasiado, la guié hacia el interior de la cueva. Pero, no me detuve una vez estuvimos fuera de la intemperie, sino que continué en la oscuridad hacia más adentro.

Al principio no se vislumbraba nada, pero poco a poco se pudo comenzar a apreciar que al fondo brillase una luz tenue.

Avanzamos durante unos instantes hasta llegar al interior de una caverna. Todo estaba como lo había dejado. Los muebles de hielo cubiertos con pieles, remarcables figuras hechas de hielo adornaban la caverna dándoles un toque más extraordinario. En las paredes, colgaban espadas de luz, adheridas con exquisito buen gusto a las paredes, inclinadas por parejas con la punta de la hoja casi enfrentada, bien distribuidas por la caverna. En el Templo Angelical también había espadas de luz decorativas que servían de iluminación, el día de la cena que compartimos los dos con mi querida hermana Caeli, fueron protagonistas también.

La temperatura en este lugar era cálida, a pesar del hielo. Aquí se podía estar tranquilamente sin necesidad de un buen abrigo, como en el exterior.

Liberé con suavidad a Amy del abrazo y me adelanté para darle la bienvenida a mi casa.

- Amy... Aquí es donde me estuve alojando durante este tiempo... Y también tras la guerra con los ángeles caídos hasta que regresé nuevamente al Cielo y... Te conocí. Esta es mi casa. Y donde he realizado la mayoría de mis investigaciones con el agua... Más adentro hay un laboratorio y adentrándote más hacia la caverna, hay un precioso lago que parece haber encerrado la aurora boreal, pues los colores que se pueden ver allí, no son comparables a los que seguramente hayas podido conocer...

Cuando él me abrazó, una gran cantidad de calor se desplazó hacia mi. Lucius tenía una temperatura corporal más alta de lo que imaginaba, casi comparable a la de los licántropos.

A juzgar por el susurro que me dedicó, parecía algo...turbado, en un aspecto positivo al menos.Y dado que aún estaba fría, acepté su invitación, separándome un poco de él para que pudiese caminar. Yo me dispuse a su lado, apegada a éste, mientras seguíamos avanzando por la caverna. Parecía cada vez más oscura, como era lógico pensar, pero curiosamente, más allá, el proceso se invertía, como si llegáramos al final de un túnel.

Allí me quedé "congeleda" al advertir la decoración de la acogedora caverna.

Muebles de hielo con cálidas pieles sobre ellos, algunas estatuas también de hielo...
Me quedé quieta mirando las espadas de luz que estaban en las paredes al advertir su presencia. No olvidaría el uso que tuve que hacer de una tiempo atrás cuando cené con él y ella...

Dado que dentro de la caverna parecía que se estaba a una temperatura agradable, Lucius me soltó suavemente, y se adelantó, quedándome yo donde estaba, sorprendida aún del lugar donde estábamos.

Me quedé de nuevo "helada" al oir que aquí fue el sitio donde pasó tiempo retirado del público. Y me lo había contado a mí....Me tiene que apreciar mucho como para eso. Estoy segura de ello

Junté mis manos, entrelazando los dedos, mientras arqueaba mis labios, dibujando una gran sonrisa en ellos, mostrando así mi dentadura blanca.

Seguro que es un espectáculo único, mi querido Lucius. Un juego de luces y sombras...Me lo imagino como si fuera un teatro...

Repuse mientras cerraba los ojos, sin dejar de sonreir, pensando en cómo podría ser los colores del lago al que se refería. Pero quizás sería para más tarde. No olvidaba que si me trajo aquí, sería por algo importante. No quería estropearlo, pero tenía una imperiosa necesidad de saber qué estaba ocurriendo.

Así que me acerqué a él, y desde mi altura, algo menor que la suya, le clavé la mirada en sus profundos ojos azules, haciendo desaparecer mi sonrisa casi por completo al adquirir un tono más serio mi voz.

Lucius, tengo que saberlo. ¿Por qué me has traído aquí?¿Y qué era aquello que no quisistes contarme en la fiesta de Lucía?¿Cuál es el motivo de tu desaparición? Para que tú no me contaras algo, o debía de ser algo que no quisieras que escuchasen, o difícil de contar para ti. Y casi nunca te cuesta contar algo...

Repuse mirándole fijamente, sin perder el contacto visual, apenas provocada ésta pérdida por el parpadeo que de vez en cuando tenían mis ojos.

Aunque quizás fuese muy directa, de la forma en la que lo había preguntado y mirado, en cosas como ésta no podía haber rodeos. Sólo pequeñas salpicadas de atisbos de verdad que nos lleven al brillante océano de la verdad, y sumergirnos en su seno para conocer todas las respuestas a nuestras preguntas.

La observé por un instante, fascinado aun con el recuerdo de aquel lago. Realmente era algo inimaginable. Yo mismo quedé prendado de su belleza cuando lo conocí por primera vez, y eso que no se trataba de ninguna mujer...

Le devolví la sonrisa, más cálida de lo que solía, pero ésta en seguida se vio sombreada al recordar por qué la había traído aquí... Quería serle completamente sincero, decirle la verdad. Y creía que el primer paso era precisamente traerla hasta aquí, mostrándole mi refugio, mi hogar, que solamente mis ángeles (y porque ellas siempre habían estado conmigo, "Incluida la pobre Ika, que en paz descanse..." Pensé...) y, afortunadamente mi gran amiga Luccie, también lo conocían.

Se acercó a mí, yo suspiré, agachando la mirada por un instante antes de devolvérsela. El parpadeo y el recuerdo repentino, habían hecho a mis ojos aguarse ligeramente. Posé suave y delicadamente mi mirada azul-eléctrica en sus ojos, ahora más apagada que de costumbre. Le tomé de las manos cálidamente y con suavidad y dirigí una fugaz mirada hacia el sofá.

- Es mejor que tomemos asiento, querida... -Dije, solemnemente, guiándola hacia allí y sentándome a la vez que ella sobre los mullidos cojines de agua, cubiertos sutilmente con aquella piel cebrada.

Volví a suspirar, todavía sin soltarle ambas manos, pero aun sin devolverle la mirada. Finalmente, las liberé, necesitaba libertad para confesarle aquello, no me resultaba nada fácil y tampoco sabía exactamente por donde empezar... no quería ser demasiado brusco...

- Amy... ¿Has vuelto a ver a mi hermana desde la Gran Batalla de las Llanuras Celestes? -Pregunté, con un nudo en la garganta, aunque suavemente, devolviendo mi mirada hacia sus profundos ojos verde esmeralda.

Me senté junto a Lucius correspondiendo su invitación. Parecía mostrar un rostro algo apesadumbrado. Y de la forma en la que me preguntó sobre Caeli... ¿Le había pasado algo a su hermana?

La verdad es que no...¿Ocurre algo con ella?

pregunté, ya preocupada por el tono de Lucius.

OFF
Perdona que sea muy corto, que ando escribiendo con el móvil y se me acaba el tiempo, jejeje

La miré directamente a sus profundos ojos verdes con pesadumbre y suspiré. No sabía cómo comenzar, pues lo que le tenía que decir era muy duro y podía imaginar que no recibiría muy bien la noticia.

- Amy... Ella... No superó la Guerra... -Dije pausadamente y de nuevo como si me desinflara.

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FDI: Perdona por la brevedad del post, pero creo que esta parte es mejor que la vayamos desarrollando según las reacciones del otro, así queda más realista. A parte, podría haber muchos silencios y tal

Dado la forma en la que me dijo aquello...me preocupé.Mi mirada se entristeció, quedando ensombrecida al bajar la cabeza. En tono apesadumbrado, me dirigí a Lucius.

¿Quieres decir...?

No, Caeli no podía haber muerto. No lo aceptaba

Veía que sus ojos se empezaban a empañar. Y sentí una sensación parecida a la de un puñal que se clavaba en mi pecho y me desgarraba la carne. Mis ojos empezaban a humedecerse. Prácticamente, iba a llorar todo lo que lloraría Lucius antes. Me abracé suavemente, sin pegarme mucho, hundiendo mi rostro en su hombro, y empecé a llorar a lágrima viva, gimiendo de tristeza.

Ca...Caeli...snif...y.y-yo...ajena a todo....snif...

Mis lágrimas empezaron a derramarse en su hombro, mientars me abrazaba más fuertemente a él, apegándome más.

Entonces levanté la vista hacia Lucius. Tendría los ojos empezando a enrojecerse por el llanto casi seguro, pero no me importaba que Lucius me viera.

S-siento tanto...snif...habértelo preguntado en el cumpleaños de Lucía....snif...No sabes cuánto siento no haber podido comprenderte....Si-siento...tanto no haberte brindado apoyo...y cariño... snif...

Entonces volví a hundir mi rostro en su hombro, dejándome caer sobre él sin abrazarle, respirando de vez en cuando para seguir llorando desconsolada. Me daba mucha tristeza la muerte de Caeli.

Lo inevitable sucedió. Amy se abrazó a mí y comenzó a llorar en mi hombro... Ahora sí que me estaba costando contener las lágrimas, pero necesitaba llorar por mi hermana... Apoyé suavemente mi cabeza sobre la suya y la abracé con fuerza, aunque sin romperla, dejándome desahogar por primera vez, aunque silenciosamente.

Giré la cabeza, tratando de ocultarme, en cuanto se despegó de mí, secándome rápida y discretamente las lágrimas que habían humedecido mi rostro.

- No, Amy, no tienes que disculparte por eso -Negué, intentando sonreír, vagamente, para quitarle importancia, al tiempo que le secaba las lágrimas de sus mejillas con suavidad, con ambas manos a la vez. Una sola de mis manos, prácticamente le abarcase la mitad del rostro-. La culpa es mía... Tenía que habértelo dicho antes... Pero necesitaba estar solo... -Suspiré, agachando la mirada. Se me había sobrecogido un nudo en la garganta-. Lo siento, Amy... Espero que puedas perdonarme... Aunque sé que no tenga perdón...

Bajé la mirada. Me sentía tan avergonzado... y al mismo tiempo sobrecogido por la situación. Era la primera persona a quien le confesaba algo tan doloroso y tan reciente, aunque ya hubiera compartido alguna que otra confidencia con ella. Eso era algo de lo que no me podía quejar. Su apoyo incondicional, sin importar qué, era tan inmenso, que a veces me hacía dudar de si me lo merecía realmente, por el trato que recientemente le había dispensado.

Pero necesitaba a alguien como ella a mi lado, que me cuidara y se preocupase por mi bienestar.

- Bueno... Nunca es tarde si la dicha es buena... ¿No dice eso el dicho? -Dije alzando nuevamente la mirada hacia ella, con una mirada llena de ternura y sinceridad, aunque aun me durase parte de la tristeza.

Traté de aspirar por la nariz, para relajar mis lágrimas y así tratar de calmarme, mientras veía los azules ojos de Calei ante mí, mientras él trataba de sobreponerse, sonriendo lo más que podía, y negaba que tuviera que disculparme. Noté cómo sus manos me limpiaban las lágrimas, y paré de llorar por un momento mientras le escuchaba. Y cuando terminó diciendo que no tenía perdón, tuve una extraña sensación recorriendo mi cuerpo. Era como si me hubiera enfadado con él por un momento. ¿Que no tenía perdón decía? Claro que lo tenía. No había hecho nada malo. Entendía a la perfección su necesidad de aislarse, auqnue no compartiera su misma opinión. Pero eso había uqe respetarlo. Lo que no iba a permitir es que me pidiera perdón y dijera que no lo tenía.


No le iba a decir nada al respecto aún, viendo que bajaba la mirada. Entonces volvió a elevarla a la altura de mis ojos, mientras me decía una gran verdad. Desde luego, si la intención es buena, siempre será algo bueno. Y yo tengo algo bueno para él...

Mostré un rostro de preocupación, mientras escudriñaba sus preciosos ojos que recordaban al océano.

Bueno, si tú lo dices, mi querido Lucius... Aunque no es tu culpa para nada. Te entiendo perfectamente. NEcesitabas estar solo. Aunque yo me hubiera presentado voluntaria para consolarte todo lo que hiciera falta, Lucius.

Entonces dispuse mi tono más seriamente, con los ojos clavados en los suyos, dejando de mostrar mi rostro preocupado.

Pero no pidas perdón por ello. Y menos digas que no tiene perdón.

Apenas pude mantener esa mirada, y enseguida ésta se endulzó, tras lo cual le di un abrazo tierno, apoyándome sobre su pecho, y mi cabeza sobre su hombro

Aay...contigo no me puedo enfadar, jeje...

Entonces acerqué mis labios lentamente a su oído y susurré suavemente, con voz melosa.

Lucius...sabes que conmigo siempre puedes contar...Que yo te quiero muchísimo...que me importas muchísimo. Prácticamente, eres la única familia que tengo, además de Luccie, Andrew y sus hijos. E Ian. Dana hace mucho que no la he visto...Y ya está. Eso es todo. Pero tú...tú eres de lo más importante para mí. Eres la persona que más me ha cuidado, la que más me ha ayudado. La que más me ha querido, pero de una forma más profunda de la que me podría querer Luccie o Andrew. Esto es diferente...

Me separé levemente de él, quedándome delante de él, mostrándole una sonrisa tierna, y mis mofletes rojizos por el rubor.

Me llevé las manos al pecho, juntándolas y presionándolas contra mis senos.

Sí...esto es diferente...esto es...sincero...puro...Esto es...amor...

Diciendo esto en un leve susurro, me fui acercando a él lentamente, hasta que tenniéndole muy cerca, cerré los ojos, y posé mis inocentes labios sobre los suyos, en completo silencio por mi parte, mientras lo tomaba por su nuca y por su hombro con suavidad.

Mi corazón estaba a cien. Pero traté de ser lo más sincera que pude.

Amy me dio su parecer respecto a la actitud que había tenido en este último tiempo. No estaba enfadada, me comprendía, e incluso alegó que hubiera estado dispuesta a consolarme. Sonreí con ternura, no esperaba menos de ella. Pero era yo el que la había fallado al no acudir a ella, por más que ella me justificase. Se puso seria precisamente por eso, le había molestado que hubiese asumido que no mereciera ser perdonado. Pero lo arregló volviendo a abrazarme y en un tierno suspiro me confesó que no podía enfadarse conmigo... Sonreí para mí notando un ligero rubor en mis mejillas, devolviéndole el abrazo con ternura. Entonces escuché su voz susurrarme al oído... Me estremecí con cada palabra que salió de sus labios y acarició mi oído, aunque reprimí una risita tierna cuando comenzó a enumerar a cada una de las personas que le eran importantes.

"Sí, definitivamente, esto es diferente..." Estaba de acuerdo con ella.

Se separó entonces de mí, observé lo adorable que estaba con aquel rubor, reconozco que era algo que me encantaba ver en ella, el rubor siempre demostraba la persona al natural, con los sentimientos destapados por completo. Pero entonces, pronunció aquella palabra y por un instante me paralicé... Entonces, estuve completamente a su merced... Se inclinó hacia mí y posó suavemente sus labios sobre los míos en un tierno y sincero beso...

Me pilló completamente por sorpresa, no me lo había esperado para nada. Sí que era cierto que me había dado cuenta hacía bastante tiempo de lo que ella acababa de confesar, no me había hecho falta mi mirada felina para corroborarlo. No se profesa un afecto y atención tales por alguien si tus sentimientos no son sinceros y puros.

Sin embargo, quizá me hubiera excedido en mostrarle mis sentimientos. No quería que esto pasara, al menos que pasara así... Quería haber sido yo quien la hubiera besado primero... pero ya estaba hecho, no podía darle más vueltas o lo estropearía. Cerré los ojos e incliné el rostro finalmente hacia ella para que no tuviera que erguir tanto el cuello, mientras con mi mano derecha la sujetaba suavemente por la cintura y con la izquierda, mi mano predilecta, acariciaba su suave y esbelto cuello deslizándola hacia el linde de sus facciones y su nuca con suma delicadeza.

El beso fue cálido, tierno, delicado, profundo, prolongado y sincero, como todo aquello que Amy emanaba por todos y cada uno de sus poros.... Sacaba siempre lo mejor que había en mí, eso no lo podía negar... Me hacía sentir como si fuese la única persona sobre la tierra, la más importante y la mejor...

Podía decir que nunca antes había tenido a mi lado a alguien tan puro de espíritu como ella, que me hiciera sentir tan especial. Era la luz que alumbraba mi camino...

Quizá, hasta ahora, hubiera tenido miedo de dar el paso. El compromiso era algo que asustaba... Pero cada vez lo tenía más claro. Ella era la persona que debía estar a mi lado.

Sólo esperaba algún día poder llegar a amarla tanto como ella me amaba a mí. Ese era un sentimiento que, todavía era nuevo para mí... La quería mucho, la adoraba. Después de mi madre, había sido la ángel más extraordinaria que había conocido y me sentía afortunado de que ella me quisiese tanto.

Me separé de sus labios y la miré a sus profundos ojos verdes con una ternura infinita. Mis mejillas estaban coloradas y ahora, de repente, sentí mi pulso desbocado abofetearme de golpe al regresar a la realidad.

- Tengo algo para tí, Amy... -Dije acelerado.

Estaba como un flan. Y, como un rayo, desaparecí por el pasillo que había al otro lado del sofá. Era una habitación. Estaba amueblada con el mismo buen gusto de la sala anterior, con la diferencia de que esta tenía una cama de agua, con una manta de piel por encima. Saqué algo del armario envuelto en una tela marrón y regresé al salón rápidamente.

- Sé que a lo mejor llego un poco tarde, pero... Lo compré para tu cumpleaños... -Dije tendiéndole el paquete envuelto en aquella tela marrón, cerrado con un bonito cordel.

Esperé a que Amy lo abriera y no dejé de observarla. Seguía estando como un flan, pero me hacía ilusión hacerle ese regalo, aun llegando tardío. Era un bonito vestido largo estilo griego del color del marfil.

Mientras mantenía los labios junto a los suyos, notaba como me sostenía de la cintura, y la cabeza, masajeando suavemente mi nuca, al tiempo que se acercaba, y sentía relajarse la tensión de mi cuello.

A decir verdad, esperaba que este beso hubiera sido antes...Y en otras circunstancias...y me esperaba una escena típica de novela, donde el caballero tomaba a la chica y la besaba con calidez junto a una pared, diciéndole que le amaba. En este caso, quién más amor necesitaba en este momento, creía que era él. Me encantaba ser útil.

Pero dejé de pensar en eso, y me concentré en sentir las caricias suyas en mi cuello, y saborear sus labios suaves y dulces, ante todo tiernos. Él siempre era alguien de lo más agradable, sincero y justo que había conocido. Y prácticamente, el único ángel que había sido tan tierno conmigo.

Antes de esto, estaba de lo más nerviosa. Sentía amor por él desde hacía muchísimo. Pero no sabía cómo mostrárselo. Más o menos supongo que se adivinaba, pero aun así...Me daba tanta vergüenza contárselo....que no sabía cómo hacerlo. Y para hacerlo hoy y de esta forma tuve que aguantar mucho el nerviosismo. Mi corazón estaba a mil, me temblaban las manos. Pero lo que le contaba era tan sincero...que pronto perdí el nerviosismo, y supe dar el gran paso.

Cuando separó sus labios lentamente, mi rostro estaba más sonrojado aún que el suyo, mientras sonreía con una sonrisa tierna, como solía ser siempre.

Entonces ví que se marchaba, diciendo que tenía algo para mí. Me quedé con la boca abierta, totalmente sorprendida. ¿Qué sería aquello que fue a buscar?

No tardó mucho en volver y darme un paquetito de tela marrón. Sorprendida, se acordó de mi cumpleaños...De los pocos que lo hicieron, diría yo. Desaté el cordel con suavidad, ilusionada. Y abrí lentamente el paquetito, quedándome paralizada cuando vi de qué se trataba. Era un bonito vestido estilo griego, como a mí me encantaban, de color marfil, largo y estilizado.

Levanté la vista hacia Lucius, que parecía nervioso.

¡Gracias Lucius!¡Me encanta tu regalo!

Repuse colocando el paquete con el vestido en una mesita, y le di un gran abrazo, agradecida notoriamente por su regalo, apoyando mi rostro en su hombro.

¿Cómo sabías que me encantan los vestidos estilo griego, Lucius?

Pregunté, tras lo cual me fui separando lentamente, sentándome frente a él, sonrojada, contenta y sonriente.

La observé, aun nervioso. Su entusiasmo era palpable, parecía haber acertado con el regalo. Le gustaba. Vi que lo dejaba a un lado y algo en mi ilusionado rostro pareció entristecerse.

- Bueno, yo... Simplemente pensé que te quedaría bien cuando lo vi... -Pareciera que ahora me costase devolverle la mirada, estaba mucho más nervioso de lo que pensaba-. Amy... ¿podrías...? -Miré el paquete que contenía el vestido y ahora reposaba sobre la mesita. Me levanté casi de un brinco, no podía estarme quieto-. No te preocupes, puedes pasar a la habitación. Yo esperaré aquí. Lo prometo.

Me di la vuelta para que se diera cuenta de que podía confiar en mí. Estaba cada vez más enrojecido, me costaba controlar el frescor que acostumbraba a dirigir hacia mi rostro cuando este tipo de cosas me sucedieran. Era una especie de caos por dentro.

Me di cuenta de que su mirada se dirigía a otro sitio mientras le abrazaba, algo desilusionado. Me percaté. Miraba hacia el paquetito. Me separé lentamente, y lo recogí entre mis brazos mientras me hablaba, levantándome del sillón, mientras le sonreía.

Claro que me lo quiero poner, Lucius, jejeje.

Y entonces vi que se daba la vuelta tras decírmelo. Entonces decía que podía usar la habitación aquella, y me sonrojé algo al oirle. Claro, debía cambiarme en otra habitación.

Va-vale...aunque podía cambiarme aquí...porque confío en ti....jeje...

Aun así, seguí su consejo y me fui a la habitación de al lado, entornando pero no cerrando la puerta, y me coloqué detrás, cerca de la cama, donde dejé descansar el vestido de color marfil.
Me pasé los tirantes por los hombros, dejándolos caer por los brazos, y me desaté los lazos que estaban bajo mis brazos del vestido, y el sonido de la tela rozándose se dejó oir mientras resbalaba el vestido por mi cuerpo, quedándome en paños menores. Entonces tomé el vestido de Lucius, y lo dejé estirarse, contemplándolo cuidadosa para ver la mejor forma de ponérmelo. Introduje la cabeza entonces por la parte de las piernas, hasta que cayera sobre mis hombros, sacando los brazos por sus respectivos huecos, así como la cabeza. Al ponérmelo lo notaba pegado a mi cuerpo, y tan liviano, que pareciera que no llevara nada. Su tela era suave como las plumas de un búho, y fresco como la brisa veraniega.Me giré para tratar de ver cómo giraba el volante del final, que quedaba a la altura de mis espinillas.

Y a decir verdad, me gustó el efecto de volante ovoidal que quedó al girarme para verlo. Era como una cola que se entornaba a mi alrededor, parecida a la de un gato cuando se sentaba. Entonces salí de la habitación, caminando lenta y silenciosamente, sin hacer nada de ruido. Me quedé tras él unos segundos, respirando tras su cuello, y entonces, me moví a su alrededor, quedándome frente a él, inclinada levemente hacia delante, sonriendo con jovialidad, y con los brazos en la espalda para hacer algo de contrapeso.

¿Qué tal me queda, Lucius?

Pregunté tan contenta como siempre. Se me había pasado totalmente ya el anterior sentimiento que me inundó completamente.

Enrojecí sin remedio al escucharla vaticinar que se podría cambiar aquí mismo, hasta las orejas me ardieron. Pero en ellas sí que logré aplicar el frío local, para que no se diera cuenta, aunque volví a dar gracias de que estaba de espaldas a ella.

Decía que confiaba en mí, y yo me sentí halagado por ello. Pero el que no estaba seguro de confiar del todo en sí mismo, era yo, y no quería precipitarme... Para hacer bien las cosas, correctamente, debía esperarme a la noche de bodas o todo podría estropearse...

Me sentí tremendamente aliviado cuando escuché sus pasos alejarse hacia la habitación. Pero en mi cabeza no dejaba de trazarse su silueta, imaginándomela mientras se cambiaba de ropa. Oprimí los párpados, apartando esos pensamientos impuros y, esta vez, sí que tuve que aplicar frío a todo mi cuerpo, inclusive en la zona que abrazaba al corazón, porque de seguir desbocándose, de seguro saldría disparado de mi pecho... E intenté hacer respiraciones pausadas y profundas para serenarme.

Me quedé de espaldas hasta que ella me indicó que ya estaba lista. Entonces, me di la vuelta lentamente... Mi mirada azul-eléctrica se posó primero en sus pies y, poco a poco, fue ascendiendo por ella observando cómo le quedaba el vestido, hasta llegar de nuevo a sus profundos ojos verdes. Una extraña sensación me invadió entero al verla. A pesar de mi control elemental, que ahora estaba activo, un ligero rubor se pudo atisbar coloreando mis mejillas. Estaba preciosa con ese vestido, realmente el corte que tenía le hacía resaltar sus más bellos rasgos. Definitivamente había acertado, podía dar fe de ello.

Me picaba la garganta, se había secado demasiado con los nervios, carraspeé un poco antes de hablar.

- No tengo palabras... -Susurré con suavidad.

Para mí parecía haberse paralizado el tiempo por un instante, pero se llevó los nervios consigo cuando regresé a la realidad. No recordaba haberla visto tan hermosa antes. Quizá fuese una osadía por mi parte, pero ahora mismo, su belleza podría nublar la luz de la propia Acrisea.

- Las más bellas diosas deberían envidiarte en este momento... -Me acerqué hacia ella, recuperando mi determinación y seguridad natural. Tras lo que me detuve a escasa distancia de ella y le tomé con suavidad por su mejilla derecha con mi mano izquierda, acaparando su mirada. La observaba con aquella mirada encantadora que me caracterizaba, mezclada con batiburrillo entre ternura y picardía. Me tenía fascinado-. Estás preciosa, querida...

Tras observarla un instante más, me incliné nuevamente hacia su rostro y, con suavidad, posé un dulce beso en sus labios -esta vez, no tan prolongado como el anterior, pero sí igual de intenso-, al tiempo que mi mano derecha volvía a atraerla posándose entre su cintura y sus caderas; el tacto de este vestido era tan suave y fino, que por un instante me estremecí, pues pareciera que se confundiera con su propia piel.

Cuando me despegué de ella, mi mirada volvió a abrazarla cálidamente como la última que le había profesado. Entonces, aparté mis manos de ella y retrocedí un paso, y me volví un instante hacia el sofá, donde se encontraba ahora, doblada como correspondía, mi chaqueta de piel marrón, sacando algo del bolsillo interior derecho, que oculté muy bien a su vista con mi propia y grande mano. Rápidamente, me volví a colocar frente a ella, donde antes me había encontrado cuando la besé. Y, fijando mi mirada en sus ojos, comencé a arrodillarme sin apartar la mirada, terminando por apostar mi rodilla izquierda en el suelo.

- Mi bella Amy... -Dije, al tiempo que le mostraba, como si de un perfecto juego de manos se tratase, una cajita de un gris perla aterciopelada-. ¿Me concederíais el gran honor de convertiros en mi amada esposa?

Abrí la tapa con cuidado, de manera que ella fuese la primera en ver su contenido, y quedándose ésta formando un perfecto ángulo de noventa grados con la base de la cajita. Contenía un precioso anillo de pedida, con la envergadura fina y forjada en oro blanco, con un diamante tallado en forma de prisma engarzado en la parte superior, como si una diminuta mano lo sostuviera y agarrara con fuerza, apareciendo los diminutos dedos apostados simétricamente alrededor de la piedra. La luz de las espadas que alumbraban la sala, se reflejaba en ella propagando su brillo como si éste gozara de luz propia.

Anillo:

Me sonrojé al ver que le costaba hablar. Quizás por la impresión. ¿LE habría gustado mi aspecto? Sentí mi cara empezando a caldearse, por la mirada que éste tenía. Pero entonces me lanzó un piropo con el que me sentí profundamente ruborizada. Tenía una mano en una mejilla, sosteniéndomela, y la otra apoyada en mi costado. Estaba más roja que él, como un tomate, ante su comentario de belleza comparable a la divina. Y fui a responderle sin apenas voz, ruborizada totalmente.

No...no es verdad...jeje...

Callé cuando vi que me tomaba la mejilla, y murmuraba de nuevo, que estaba preciosa.Me había robado todo paisaje de mi vista. Sólo sus ojos azul eléctrico ocupaban mi mente y mi mirada. No quería parpadear para no perder de vista el detalle de tan profundos ojos como el mar. Y se acercó a mi lentamente, dándome un beso dulce, más corto que el anterior. Cerré los ojos suavemente, con romanticismo, mientras me dejaba llevar por su habilidosa mano que me sostenía de la cintura, hasta que se separó lentamente de mí, al igual que yo de él, sin ganas de alejarme de él.

Entonces vi que se dirigía al sofá, y yo, mientras suspiraba por la calidez que ofrecía esta cueva de hielo y la de Lucius, cerraba los ojos, suspirando otra vez por el cariño profesado.

Volví a abrir los ojos, y vi que volvía hacia mí, hincando la rodilla izquierda en el suelo, sin dejar de profesarme una mirada enamorada. VOlví a quedarme prendada, cautivada por sus ojos azules, sin siquiera parpadear. Mi corazón palpitaba fuerte y deprisa, y mis mejillas se sonrojaban por el nerviosismo que tenía.

Más sonrojada me quedé en cuanto me nombró con aquel adjetivo. Bella Amy...aah.. volví a suspirar. Mi mente empezaba a saturarse. Pensaba que este era un sueño, un sueño del que no quería despertar.

Me mostró una cajita de terciopelo grisácea, tan clara que parecía casi deslumbrar con su color. Y oí lo que me decía tras lo cual, fue abriéndola con suma lentitud.

Mi cuerpo se paralizó, al igual que mi vista, cuando dijo "esposa". Estaba anonadada, sorprendida. ¿Realmente ha dicho "amada esposa"?

Fue abriendo la caja con lentitud, y cuando vi el anillo de oro blanco, con aquella piedra prismática, de un aspecto elegante, y bonito, empecé a sonreir, casi riéndome, probablemente del nerviosismo.

Jeje...jeje...

Mis piernas me temblaban, y empezaban a flaquear, mientras veía destellar el anillo que Lucius sostenía en su mano. De tanto que me temblaban, acabé arrodillándome lentamente, riendo por lo nerviosa que estaba. Tomé lentamente el fino y elegante anillo que me ofrecía, casi con total incredulidad. ¿De verdad esto era real?

Me lo puse lentamente en el dedo corazón. Sí, era real. Notaba su presión en mi dedo al entrar al final, mientras mi mano me temblaba como una carreta pasando por un camino de adoquines.

Luego volví a mirarle a él, mientras mis manos temblaban, nerviosa. Apenas podía profesar alguna palabra, mientras llevaba una mano hacia Lucius, sosteniendo la mano que le quedaba libre, entrelazando los dedos con él.

M-me...me...me....me...encantaría...

Una vez más, emití una pequeña risita de nervios, y empezaba a ver borroso a mi alrededor, a pesar de la gran alegria que me arrebataba el corazón. Todo empezaba a oscurecerse a mi alrededor, excepto el rostro de Lucius, que permaneció en mi vista hasta que acabó por volverse todo negro. Entonces me caí hacia delante, inconsciente, desmayada.

Todos los nervios que yo tenía me habían provocado un desmayo. Pero eso no quitaba para nada, que estaba completamente feliz. Me sentía plena, aún en inconsciencia. Mi mente aún funcionaba, y se repetía una y otra vez en mi cabeza la escena recién ocurrida. Y yo en mi cabeza respondía un "Sí" a gritos, cada vez que lo preguntaba. Quería abrazarle, tan fuerte tan fuerte, que no pudiera escaparse de mí nunca. Lucius finalmente me había robado el corazón. Ahora sí podía decir, este es el día más feliz de toda mi vida.

Observé cada uno de sus movimientos y reacciones al detalle, no podía apartar la mirada de ella. Primero recogió el anillo temblando de nervios y se lo colocó en el dedo. La verdad es que así estando como un flan, lucía para mí realmente adorable. Después me respondió entrecortadamente... "Ay..." Suspiré embobado, al tiempo que me ponía de nuevo en pie. La había sentido flaquear, pero quería estar preparado por si decidiera besarme tras esto. Sin embargo, en vez de eso, su nerviosismo la hizo flaquear del todo y se desmayó. Suerte que estaba tan cerca que pude recogerla a tiempo.

- ¿Amy...? ¡Amy...!

Rápidamente, aunque sin perder los nervios, la eché sobre el sofá con cuidado, colocándole los cojines bajo los tobillos para que los tuviera más en alto. A pesar de la calidez del lugar, estaría más fresca ahí. Después posé mi mano izquierda sobre su frente, aplicándole algo de frescor, y lo mismo hice con la derecha sobre el pecho para aplicarle frescor al sistema respiratorio y circulatorio. Y lo último que hice fue levantarle las piernas del todo, para forzar que recuperase el conocimiento.

En mi inconsciencia, notaba cómo flotaba en el aire, y después me dejaba caer sobre algún lugar blando y fresco. Y una corriente agradable recorría mi rostro y mi pecho. La sensación era tan fresca y agradable, que acabé por abrir los ojos de nuevo. Estaba boca arriba en el sofá, con las piernas en alto. Notaba que ya me encontraba mejor, y recordé entonces lo ocurrido, y alcé mi mano, admirando la sortija que tenía en la mano, y me sonrojé. Entonces busqué el rostro de Lucius, que tenía justo encima, y me abracé a él fuertemente con los brazos, besándole en los labios como tantas veces había deseado hacer antes mientras cerraba los ojos. Me quería pegar con él, fundir con él. Quería sentir su calidez.

Tras unos minutos, que parecieron segundos, me despegué levemente de él, dejándome caer suavemente en el sofá, y miré hacia él sonrojada.

Me encanta, Lucius...Esto es como un sueño...

Repuse suspirando. Esperaba que si era un sueño, que nunca despertara de él.

Tenía mis ojos clavados en ella, preocupado. Había hecho esto incontables veces, por lo que estaba más que seguro de que despertaría de nuevo. Simplemente había sido una subida de tensión, debido a la emoción. Me sentí aliviado cuando la vi abrir los ojos. Y, entonces, la sentí abrazarme y besarme de aquella manera mientras me expresaba lo que sentía en aquel momento, y no pude más que sonrojarme sorprendido, pues no imaginaba que para ella llegase hasta aquel punto, y en seguida me sentí culpable de que mis sentimientos no fueran igual de intensos y puros como los suyos.

La separé de mi con suavidad, sujetándola por las muñecas, y con cuidado la insté a que se relajara.

- Tranquila, Amy. Y, por favor, relájate, que acabas de sufrir un desmayo -Le espeté, con seriedad. Y me quedé por un instante distraído en sus ojos, mientras volvía a posarle mi mano izquierda fresca sobre su frente.

No podía demorarlo más, tenía que serle completamente sincero respecto a mí y mis sentimientos. Me senté a su vera y posé mi mano derecha sobre las suyas. No me di cuenta, pero me había puesto muy serio...

- Amy, antes que nada, creo que debes saber algo que considero bastante importante -Comencé, con calma-. Soy bisexual... Es decir, no sólo me gustan las mujeres, sino también los hombres. Y he de confesarte, Amy, que con una mujer, es la primera vez que me comprometo oficialmente. Las relaciones más largas que he tenido han sido con hombres... -Le expliqué-. También quiero que sepas que soy bastante tradicional y que, espero, que puedas esperar hasta el matrimonio para que yazcamos juntos.

Me dejé llevar por sus movimientos de manos, instándome a relajarme. Obedecí, asintiendo con una sonrisa muy leve en mis labios, al ver que éste estaba serio.

Vale, haré lo que me pidas Repuse con convencimiento, mientras notaba su mano en mi frente.

Entonces me fijé en que su expresión facial era cada vez más seria, y borré la sonrisa de mis labios. Parecía algo importante.

Pero lo que no me esperaba es que me fuera a contar algo tan inesperado. ¿De verdad era bisexual? Con lo galán que es con todas las mujeres, nadie lo diría. Y lo había visto tan lejano respecto a los hombres...Me quedé sorprendida por ello, y de forma instintiva, abrí la boca, llevándome una mano para taparla, mientras que mis pupilas se dliataban, reduciendo su tamaño.

POr unos momentos permanecí en silencio, pensando en cómo responderle y encajar aquello en mi mente. Suelo ser muy abierta, pero esto era totalmente inesperado.

Tras unos segundos, dirigí mi mirada hacia sus ojos azules, y con las manos aún sostenidas por él, respondía moviendo mis labios con lentitud, como si el tiempo fuera más lento para mí.

Bu-bueno...No me esperaba para nada que fueras bisexual....Menos aún que hayas tenido relaciones con hombres, y yo sea la primera mujer en tu vida sentimental... Por mi parte, no supone un problema... Puedo entenderlo, no me molesta...Pero tengo que decirte que ese tipo de condición no es muy tradicional...Es un tanto contradictorio... Aunque bueno...

Me sonrojé de nuevo levemente cuando estuve a punto de llegar a la parte de "yacer juntos". En la misma casa. En la misma cama.

Sobre lo último...bueno, yo también tengo ese pensamiento...No te preocupes...no te iba a forzar a nada que tuviera que ser luego...Supongo que no te gustan las concubinas...

Entonces esbocé una sonrisa, tratando de sobreponerme al tono lento y pausado que había adquirido en esos instantes.

Así que...no te preocupes, Lucius. Por mí está bien, porque sé que eres un buen caballero, leal y sincero, y yo te amo. Te acepto tal cual eres, con tus virtudes, tus defectos y tus particularidades. Y sé que tú me guardas amor....con eso, me basto. No necesito más, Lucius

Entonces bajé la mirada, viendo que estaba totalmente "acorralada" por él, sin poder mover piernas ni brazos, por lo que me sonrojé levemente de nuevo.

Yo....bueno, he de confesarte también algo.... Hacia muchas mujeres he sentido una admiración tal, que la verdad, no sabía si las amaba o no. Quizás sólo fuera eso, admiración, pero a veces pensaba que iba más allá. De todas formas....Lucius, tú has sido la primera persona con la que me relaciono de una forma más profunda que sólo amigos...

Me quedé callada, algo avergonzada. Y pensar que ya habían pasado muchos años de mi nacimiento, y aún seguía así. Quizás mi inocencia residiera ahí. Me había enamorado de más hombres antes, pero de alguna u otra forma, o no me había atrevido a mostrar mis sentimientos, o no podían correspondérmelos.

La escuché, tratando de calmar los nervios que ahora me habían surgido, por miedo a que por aquello me rechazase. Pero me sentí tan aliviado cuando terminó de explicarme lo que pensaba y sentía al respecto, que no pude más que abrazarla. Tras lo que me separé levemente, tomándola suavemente por la barbilla con mi mano izquierda, elevándosela al tiempo que yo me inclinaba hacia ella con el rostro ligeramente ladeado. La besé de nuevo, intensa y suavemente, y después volví a abrazarla, con fuerza, como si se tratase de un amoroso abrazo de oso.

Después, deslicé mis manos suavemente hacia las suyas y la guié nuevamente hacia el sofá, sentándome a su lado.

- Entonces, si te parece todo bien. Tal vez podríamos comenzar a hablar de los preparativos de la boda. Quiero que todo sea perfecto -Le dije con una amplia sonrisa-. Lo primero, son los invitados. Comenzando por los invitados de honor... Y me gustaría que Luccie fuera nuestra madrina... -Mis ojos brillaban con intensidad. La sola idea de pensar en pedírselo me hacía aguar los ojos, pues para mí era algo muy importante. Ella era mi mejor amiga y deseaba que ese papel lo desempeñara ella-. ¿Qué opinas tú, Amy? ¿Te parece bien?

Quizá se me notara un poco impaciente, pero es que estaba nervioso y emocionado con todo esto.

Vi que mi respuesta le tranquilizó, a juzgar por el abrazo tan tierno que me dedicó. Cerré los ojos en sus brazos, mientras yo también le abrazaba. Y me dejé llevar por su cálido beso después, justo antes de otro abrazo tierno. Nunca había imaginado a Lucius así. Quizás es que siempre le veía como a un caballero, pero todo caballero tendrá sentimientos tiernos también.

Me quedé frente a él mientras tomaba mis manos, y asentí con respecto a lo que dijo. Esperé a que terminara para ofreccerle mis opiniones al respecto. Luccie sería perfecta para tal puesto. Era también una persona muy importante para mí.


Estoy totalmente de acuerdo contigo. Luccie es la mejor candidata a ser nuestra madrina. Y ¿Qué tal si Andrew es nuestro padrino? ¡Y la dama de honor Lucía! Con lo amorosa que es, no podría pensar en nadie más para dama de honor. También pudiera ser Dama de Honor, si no puede ser Lucía, Dana sería alguien a quien desearía que desempeñara tal puesto. La quiero muchísimo, y en mi corazón tiene un estante reservado para ella sola.


Callé un momento para tomar aire. Había soltado todas mis ideas casi sin parar, ya que andaba también bastante ilusionada.

Lucius ¿Qué tal si me escribes una lista con todos aquellos a los que quieras invitar, y yo hago otra y las ponemos en común, cielo?

Era la primera vez que llamaba "cielo" a alguien, y no me había dado cuenta hastsa unos pocos segundos después