Los acantilados de Jade [Axel, Akari y Katerina]

El sol lucía ya en el atardecer de un cielo completamente despejado, pero ya me había acostumbrado a embadurnarme de esta especie de ungüento milagroso que Dean me había regalado, por lo que podía estar perfectamente al sol sin tener que preocuparme porque me dañase. Se reflejaba en las aguas turquesas del mar y a su vez en las rocas de un tono verdoso del acantilado.
El rojo seguía estando presente en mis vestimentas, destacando entre el verde azulado que parecía reinar en este lugar. La brisa marina agitaba mis largos cabellos rubios y el vuelo de la falda de mi vestido, por encima de las rodillas. Sobre los hombros llevaba una capa negra que me llegaba hasta los pies, pero que volaba igualmente.
“Hacia el Este”, me dijeron. Había tardado varios días y tuve que bordear un gran valle para llegar hasta la costa, pero lo había conseguido, había llegado hasta aquí. Ahora no tenía más que bordearla si quería llegar hasta la capital, que ya podía ver en la lejanía, debido a que el mar era una especie de golfo muy grande y ésta se encontraba en uno de los extremos exteriores.
Había dejado a mis espaldas un frondoso bosque y al salir me había topado de bruces con el precipicio. La caída, sin duda, sería mortal para cualquier criatura que estuviera viva... en cambio para una vampiresa primigenia como yo, no parecía una muerte del todo segura.
Este continente, hasta ahora, me había resultado bastante cálido, me gustaba para vivir... Tal vez por eso –si es que de verdad hubiera sucedido así, cosa que por el momento desconocía–, Mater habría emigrado hacia aquí. Pronto descubriría si mis suposiciones eran ciertas y ella realmente se encontraba en este lugar...

Una de las ventajas de ser un Uroba, la principal ventaja, era no necesitar otros medios para poder desplazarse o viajar largas distancias. No necesitamos de caballos, pegasos, pociones, alfombras voladoras, hechizos o portales. Nada mas que nuestras propias y draconianas alas, por supuesto algún infeliz se cruza en nuestro camino, siempre podemos usar nuestro aliento y enviarlo de vuelta al infierno.
No podía dejar de pensar en estas cosas y maravillarme de lo mucho que significaba para mi ser un Uroba, desde que había comenzado mis viajes y había visto el mundo en su inmensidad, mezclándome entre sus habitantes utilizando mi forma humana, había disfrutado con el mundo y había disfrutado también como Uroba.
Aleteé mas fuerte para poder planear sobre una corriente de aire caliente y elevarme aún mas en el cielo despejado, ya me estaba acercando a la costa, podía ver las siluetas de los acantilados y oír el rumor del agua estrellándose contra las rocas.

Tras unos instantes planeando sobre la corriente de aire caliente, incliné ligeramente las alas hacia la izquierda y ayudado del "timón" que ejercía mi propia cola comencé a ladear mientras descendía suavemente.
Había visto una catarata de agua dulce que desembocaba en el mar desde uno de los acantilados y era un buen momento para hacer un alto, reposar y tomar unos buenos tragos de agua refrescante.

Tras un planeo descendente describiendo círculos de varios minutos, finalmente tomé tierra con agilidad cerca del río, plegué mis alas y avancé hacia el torrente de agua clara, una vez alcanzado introduje la mandíbula inferior en el torrente, apoyado en el y comencé a beber.

-Deliciosa !!!.- Exclamé rugiente tras haber engullido una tonelada de agua en unos instantes.

Había salido a pasear fuera del Imperio Áster, buscando la paz y tranquilidad del mar de Jade. Quería ver el atardecer desde los acantilados, hacía tiempo que no contemplaba su belleza, y es que desde allí el agua adoptaba un color un tanto especial al reflejar el color verdoso de las piedras de jade que se podían encontrar tanto en las precipitadas rocas del acantilado como en las que se encontraban en la profundidad del agua.

Caminaba tranquilamente por el bosque que lindaba por el norte con las Cascadas del Edén con el aura suprimida, disfrutando del amparo de la naturaleza. Todavía no había llegado a la costa, pero ya podía percibir el olor a salado que traía consigo el viento. Había venido siguiendo el riachuelo para orientarme mejor, pues todo río acaba desembocando en el mar y tarde o temprano terminaría por llegar a mi ansiado destino.

Comencé a divisar el final del riachuelo a lo lejos, tras un fondo azulado que comenzaba a teñirse de tonos violetas. Noté la presencia de alguna clase de ser oscuro en el lugar, aunque no pudiera verlo, por lo que comencé a extremar la precaución. No era de la clase de personas que librase un enfrentamiento si realmente no había razones de peso que me llevaran a ello. Por eso mismo me quedé agazapada entre los arbustos, esperando poder ver a la criatura oscura cuyo aura había detectado.

Pero entonces, una mancha roja captó mi atención hacia el otro lado. Rápidamente mi mirada se posó en el reclamo. Unos cuantos metros más allá, alejada del río, había una joven vestida de rojo. Mis grandes ojos color ámbar la observaron con atención. De alguna forma, pensé en que su visita podría haber guardado una estrecha relación con la mía y no pude evitar empatizar con ella. Su aura era oscura, pero no estaba familiarizada con ella. ¿Qué sería? Por el momento, todo lo que podía apreciar era que se trataba de una mujer muy bella.

Pero, cuál fue mi sorpresa cuando apareció ante mis ojos el aura que había detectado al principio, al borde del precipicio, ignorando completamente de mi presencia. Sus grandes alas negras reposaban sobre su lomo mientras con sus grandes garras se precipitaba sobre el agua para beber. Era impresionante... Quedé maravillada ante tal visión. Había estado precisamente aquella misma mañana discutiendo con Philip sobre la presencia de dragones, y ahora estaba viendo uno... ¡Qué ironía! ¿O tal vez se trataría de un Uroba? Me quedaría allí para comprobarlo con mis propios ojos, sin interrumpirle, pues tampoco sabía qué humor se gastaría y antes prefería observar a aquella criatura ancestral.

[OFF No sé cómo preferiréis hacerlo, pero por mi parte, siendo un tema cerrado y siendo sólo 3, creo que podríamos postear cuando queramos siempre que no hagamos doble post, ¿no os parece? ]

Iba a comenzar a caminar hacia la capital cuando de repente, vi acercarse por el cielo a lo que parecía un dragón tan negro como el azabache. ¿Cuánto haría que no veía volar a alguno de ellos? Probablemente más tiempo del que había estado en letargo, porque no fue hasta haber sido ya convertida en vampiresa que pude ver uno por primera vez... aunque de noche no es tan fácil verlos... pero a la luz del día era la primera vez que tenía la suerte de ver a uno.
Lo seguí con la mirada, se fue a posar en la caída de agua de un riachuelo que parecía llegar hasta el acantilado y caer desembocando en el mar.
Me resultó bastante curioso. Sonreí por ello para mí misma y entonces llegó hasta mis fosas nasales un olor que reconocía muy bien... “Humano... sangre...” Sentí el afilado filo de mis colmillos acariciar mi lengua en el interior de mi boca. Llevaba varios días sin beber una sola gota de ese cálido néctar... Podía pasar varios días sin beberla, pero entre el desierto y la resistencia al sol, mucho había pedido a mi cuerpo... y aunque todavía podía resistir algo más hasta llegar a la capital.
Pero, mi instinto parecía haberse despertado... Me mimeticé y perdí entre la maleza sigilosa como una gata... hasta que la localicé. Parecía una jugosa y apetitosa joven que se había escondido entre los arbustos espiando al dragoncito... “Eso es, pequeña... tú sigue observándole, ajena a lo que te rodea, creyendo que nadie te ve...” Pensaba para mis adentros al tiempo que me aproximaba a ella por su espalda con el mismo sigilo... mis ojos se habían teñido de un rojo carmesí sangriento... y mis colmillos ansiaban desgarrar la carne de su suculento y fino cuello... y estaban a punto de hacerlo...

No dejaba de observar lo que estuviera haciendo el dragón, cuando de repente, el aura de la joven de rojo pareció cambiar de posición, aproximándose hacia la mía. "¿Me habrá detectado? ¿Cómo? Si mi aura es indetectable en este momento..." Me mantuve alerta fingiendo que seguía observando al dragón, concentrada en sentir el aura de la joven.

Cada vez la sentía más y más cerca, dejaba de parecerme una casualidad que se hubiera adentrado en el bosque por mero placer o para explorarlo. Mi prudencia me advertía que extremara la precaución. Pero esperé, la paciencia era una virtud de las que me caracterizaban, esperé a que se terminara de acercar, pues tampoco tenía porqué fijarme en ella directamente si tampoco conocía sus intenciones de antemano. Pero ante todo era una desconocida que parecía estar acechándome...

Sentí su aliento a mi espalda y mi reacción fue instantánea. Expandí mi aura al máximo y la repelí haciendo uso de la telequinesis. Gracias a mi avanzado control áurico, pasar de un aura suprimida a su nivel de expansión máximo no me costó trabajo alguno. La joven seguramente notaría como si chocara contra una pared invisible y a su vez rebotara contra ésta.

Me di la vuelta rápidamente, irguiéndome y volviendo a suprimir mi aura. Y la observé con mis grandes ojos ámbar con la misma calma que me caracterizaba. Tenía los ojos rojos y unos colmillos bastante pronunciados. Según lo que había leído en los libros, su descripción encajaba con la de un vampiro, lo que no me cuadraba era que hubiera podido salir a la luz del sol.

- ¿Sabes que es de mala educación no presentarse adecuadamente a los desconocidos? Mi nombre es Akari. ¿Cuál es el tuyo, vampiresa? -Me incliné ligeramente hacia ella, colocando el dorso de mi mano derecha a un lado de mi boca, como si fuera a contarle un secreto-. No deberías ser tan descuidada. Podía sentir tu aura a kilómetros... -Le dije en un susurro, volviendo a erguirme después.

A lo mejor había sido un poco exagerada con la apreciación del área, pero quería que entendiera el mensaje. Le estaba dando un consejo.

Saboreaba la deliciosa agua y disfrutaba de un día espléndido en aquel paradisíaco lugar, seguro de mi mismo y del entorno que me rodeaba. Estaba dispuesto a tumbarme junto al torrente que terminaba en cascada, para descansar largo rato antes de continuar viajando, ¿porqué no?, al fin y al cabo podía permitirme el lujo de reposar sin temor a ser molestado, ¿o quizás no?. Tenía la extraña sensación de estar siendo observado, probablemente animales del lugar, intimidados por mi presencia draconiana, ¿debería aprovechar para cazar?. Un momento....., pueden ser animales o otras criaturas.

Oh si, hay movimiento allá entre los arbustos de el bosquecillo cercano y lo mas curioso es que ambas criaturas parecen acercarse la una a la otra, podía percibir el olor de una de ellas, pero no podía identificarlo con ninguna criatura conocida en mis viajes. ¿Pero cuando has terminado de viajar?, ¿no es acaso el mundo inmenso?, ¿no quedan muchas cosas y seres por descubrir?. Ambas criaturas me tenían intrigado y por unos instantes permanecí quieto observando el agua del río. Después decidí actuar y resolver la situación.
Recordé un antiguo y peculiar dicho Uroba muy apropiado para esta situación: "Es estúpido fingir limpiarse las escamas ante la guarida del tesoro de otro Uroba, por miedo a que el dueño crea que le estas robando".

Ni yo era el dueño del río, ni tampoco tenía que pedir permiso ante otros seres por beber en él. Giré el torso en la dirección donde se encontraban las criaturas y tras dar un par de pasos en pose amenazante, abrí las mandíbulas al mismo tiempo que emitía un gutural rugido extendiendo las alas en gesto amenazante.

-¡¡¡ Mostraros o incendiaré incluso el océano con vosotros dentro !!!.-

Todo parecía que iba a salir según lo previsto, aquella suculenta y deliciosa joven iba a caer en mis garras... pero de repente parecí rebotar en una pared invisible y del susto me caí de culo hacia atrás emitiendo un sonoro chillido.
¡No podía dar crédito! ¿Qué acababa de pasar?
–¡¡¡Pero... ¿qué clase de bruja eres, pequeñaja?!!! –Chillé, indignada.
Pero entonces la joven se volvió hacia mí, atrapando mi atención con aquellos grandes ojos de un impresionante y definido color ámbar, dirigiéndose a mí con altivez como si me estuviera dando alguna clase de consejo trascendental. ¿A mí, que seguramente había vivido muchas más lunas que ella?
“Estaré perdiendo facultades...” Me hizo enrojecer cuando se inclinó y me dijo aquello –sí, al parecer la calidez del sol permitía que me sucedieran estas cosas tan embarazosas como lo era sonrojarme.
Tenía que admitir que su actitud me desconcertaba, pero no parecía guardarme ningún rencor a pesar de que hubiese estado a punto de chuparle la sangre e incluso parecía que incluso se estuviera preocupando de mi descuido... ¿Por qué...?
Me suavicé, aun un poco confusa y decidí responderle a la pregunta que me había formulado.
–Lucille... –Respondí escuetamente, aunque con completa naturalidad, aun sentada en el suelo con las piernas abiertas. Había decidido darle otro de mis nombres, pues prefería que en este lugar no se me reconociera por el nombre que solía dar–. Ese es mi nombre. Y tú... ¿qué se supone que er...?
Me interrumpí al escuchar una especie de rugido. Seguramente ambas nos giramos al mismo tiempo hacia el origen. Parecía una amenaza de aquel dragón.
Rápidamente me incorporé, reduciendo mi aura ligeramente hasta el nivel de un maestro para poder sentir la del dragón, y haciendo uso de mi gran velocidad vampírica me adelanté hacia la última fila de arbustos y salí caminando lentamente hacia el exterior, mostrándome ante el amenazante dragón. Con la crema puesta, el sol –elemento más mortífero para mí– no me dañaba, no esperaba ahora que por un descuido lo hiciera el aliento de fuego de un dragón.
Le miré directamente a los ojos, colocándome frente a él a una distancia en la que pudiera verle entero. La verdad es que tenía una facha impresionante, tenía que admitir. Y aunque pudiera hacer temblar a cualquiera el poder ver a un dragón tan de cerca, a mí no me intimidaba... Había pocas cosas en este mundo que ya lo hicieran realmente. Aunque tampoco quería correr el riesgo.
Mi mirada había recuperado su habitual tono azul cristalino como el agua más pura y transparente, y mis colmillos habían desaparecido también justo al momento del susto.
–¿Tienes algún problema, dragoncito, o es que te sientes amenazado? –Pregunté, recuperando mi aire travieso–. Tan sólo éramos dos chicas jugando entre los árboles... ¿eso acaso te da miedo...?
Mi mirada le recorrió de abajo a arriba y volvió a posarse en sus llamativos ojos rojos, fingiendo cierta lástima por él. Seguramente lo que le pasaría era que su instinto de supervivencia le hubiera hecho reaccionar así ante lo desconocido, porque... ¿quien podría tenerle miedo a dos chicas en apariencia tan frágiles?
Aunque, no creía que hubiese nada de malo en tratar de sacarle un punto divertido a esta situación –si es que el dragoncito tuviese sentido del humor.
–Una criatura tan grande como tú no debería temerle a algo así... ¿no... crees? –Mi voz cada vez sonaba más acariciante y susurrante, como el reclamo de un atrayente canto... Esta vez, mi mirada se había ido a posar directamente en sus ojos rojos, entre traviesa y algo coqueta, esperando captar su atención.

Mis grandes ojos ambarinos no dejaban de observar a la vampiresa, que todavía parecía estar sentada en el suelo. ¿Tanto le había sorprendido mi reacción? Al parecer así era, debido a los términos y tono que empleó en su acusación, pero tampoco es que me importase demasiado.

Me resultaba una criatura bastante curiosa e incluso hasta graciosa, por lo que no pude evitar dejar escapar una pequeña y dulce risita. "Lucille, la verdad es que tiene un nombre bastante bonito..." Pensé para mí, momentos antes de girarme a la misma vez que la vampiresa al escuchar aquel rugido. Su amenaza no me gustó ni un pelo. Fruncí el ceño, cosa que no era habitual de ver en mí. Observé que Lucille desaparecía de mi lado al instante, pero en ese momento no le di la mayor importancia.

- ¿Acaso serías capaz de arrasar este bello paraje, y terminar con todas las criaturas que aquí habitan, sólo para demostrar tu supremacía? -Inquirí hacia el dragón, firme y seria, alzando lo suficiente el volumen de mi voz como para que pudiera escucharme, y sin moverme ni un ápice de mi posición-. Qué decepcionante... Creía que los dragones respetaban mucho más la naturaleza...

Si quería incendiar el bosque, tendría que ser conmigo dentro, porque no pensaba moverme de allí.

Había vuelto a percibir el aura de Lucille. Sin temor alguno se había plantado frente al dragón, dando la cara por las dos, o eso me pareció, y estaba tratando de persuadirle para que se retractara. Tenía que admitir que esta chica era bastante impulsiva, pero tenía ovarios. Si mi sentada no le convencía, esperaba que lo lograse la vampiresa convenciéndole de que se retractara.

De entre los arbustos surgió una muchacha rubia, caminaba con aire decidido y tenía un aspecto algo... salvaje por así decirlo. Su aparición me impresionó por algún motivo que no supe explicar, pero mi ferocidad draconiana y mi temperamento maligno no se dejaron intimidar por su presencia. Ni su presencia ni su aura me intimidaban, pero había algo mas en ella.

-Hablas sin temor alguno, incluso te atreves a ser irrespetuosa conmigo.- Lancé una corta bocanada de fuego, como un gesto de advertencia. No tenía intención de tolerar las tonterías de ninguna criatura inferior, en medio de ninguna parte. -Decís que estabais jugando con vuestra amiga, pues de otra hembra de vuestra especie se trata la otra criatura.- Hice una pausa y lancé un rápido vistazo por si la otra mujer se mostraba, como no lo hizo, continué:

-¿Y que clase de juegos son esos?, no sería mas bien que tramabais tenderme una trampa?, ¿atacarme quizás?.- Avancé en círculo hacia su derecha plegando mis alas y moviendo la cola en gesto amenazante.

-No se si sois demasiado valiente o demasiado temeraria, probablemente lo segundo.- Guardé una pausa mientras seguía avanzando en círculos lentamente. -Acabaréis mal si seguís por ese camino.... ¿..?.- Con un suave movimiento de cabeza al terminar de hablar, le indiqué que pretendía averiguar su nombre.

Si había algo que me caracterizase era mi infinita paciencia, y realmente no iba a permitir que arrasara este bosque. ¿Con qué derecho se creía? No me habían gustado sus respuestas, pero poco más tenía que decirle, había sido bastante clara: no me movería de allí, que se atreviera a incendiar el bosque si tenía las suficientes agallas.

Aunque pudiera no parecerlo, realmente no le estaba desafiando a que lo hiciera, sino que estaba haciendo acopio de mi derecho y de la responsabilidad que para mí significaba el proteger el bosque. No me parecía justo ni para las plantas ni para los seres que conformaban este pequeño ecosistema que les fuese arrebatado su hogar. Ellos no podían protegerlo de las llamas que amenazaba con arrojar el dragón sobre su hogar. Alguien tendría que hacerlo por ellos.

Su respuesta, lejos de sorprenderme, casi me hizo gracia. ¿Me exigía respeto cuando me estaba amenazando incluso con fuego?
Ni me inmuté, simplemente pronuncié mi sonrisa mirándole de arriba a abajo.
Le seguí con la mirada sin cambiar el gesto cuando se cambió de posición y nuevamente trataba de amenazarme –esta vez con la cola–, mientras yo le mantenía la mirada tratando de contener la risa debido a la actitud arrogante que se estaba gastando, esperando a que terminara de hablar. ¿Hasta dónde podrían llegar sus amenazas? ¿A qué clase de juego estaría jugando? No me importaría unirme, la verdad, siempre y cuando eso no implique el incendio de un bosque...
Pero cuando terminó, no lo pude evitar más... de mi semblante travieso surgió una sonora carcajada.
–Tiene gracia... –Susurré en el mismo tono travieso tras recuperarme de la risa–. ¿Te das cuenta de lo que tu mente asustadiza te hace cavilar? Desconfías demasiado y acusas sin conocimiento de causa. ¿Qué te hace pensar que tuviéramos alguna intenció de atacarte? –Cuestioné, esta vez arqueando una ceja, algo chistosa aunque excéptica.
Después, sin apartar la mirada, cambié el peso de mi cuerpo hacia la otra pierna, apoyando la mano contigua en mi cadera y relajando el otro brazo. Negué con la cabeza, chistando cómicamente.
–¿Hablas de respeto cuando tú has sido el primero en proferir amenazas atreviéndote a cuestionar nuestras intenciones? ¿Para hablar en su nombre no deberías predicarlo antes de exigirlo? –Me crucé de brazos, sin perder el aire de travesura en ningún momento–. Primero, deberías tranquilizarte y valorar la situación. Y respecto a "mi amiga"... no la conozco mucho, pero no creo que se vaya a mover de ahí hasta que decidas retirar tu amenaza de incendio al bosque. Así que, tú verás lo que haces...
Realmente, la actitud estoica de Akari me parecía admirable. Y después de haber visto lo que había hecho conmigo, no dudaba de que pudiese realmente proteger el bosque, aunque me preguntaba cómo lo lograría. No obstante, yo tampoco podía quedarme cruzada de brazos, esperando que mis persuasivas palabras de algún modo lograran convencerle, ya que si las amenazas continuaban... honestamente, no sabía cómo podría terminar esto...

Escuché atentamente a la joven rubia y observaba también a la otra joven, aquella que permanecía quieta, decidida a ¿defender los árboles?, ¿los animales?. -Que seres tan extraños pueblan el mundo.- Pensé con grave frustración ante los acontecimientos que se estaban desarrollando. Y todo por hacer un alto en el camino para refrescarme, ni siquiera podemos los urobas detenernos a beber en este mundo, sin toparnos con seres impertinentes. -La próxima vez incinera y haz las preguntas luego, si es que queda algo a lo que preguntar.-

Emití un gutural gorgoteo de desaprobación y avancé rápido y en gesto desafiante hacia la joven rubia, como si me enfrentara a otro joven Uroba desafiante, por una cuestión de territorio o de hembras. Cuando me encontraba a corta distancia de ella abrí rápidamente las fauces y emití un ensordecedor rugido.

-Tienes razón, ¿para que incinerar el bosque cuando puedo incinerarte a tí?, ¿no es lo que deseas?, con tú actitud.- Rugí burlón. -Solo tienes que aguardar así como estás, y en cuestión de segundos habrá terminado todo.-

Rugí nuevamente triunfal:

-Nada, absolutamente nada de este mundo sobrevive al aliento de un Dragón.-


(Muestra de rugido draconiano, por cortesía de "El mundo Perdido"):

- Nada, absolutamente nada de este mundo sobrevive al aliento de un Dragón -Sentenció el dragón. "Eso lo dirás tú..." Pensé chistosa a la par que escéptica.

Exhalé un profundo suspiro. Parecía que el dragón no se atenía a razones. Pero yo no era de atacar primero, sino más bien de proteger. Comencé a caminar hacia el linde del bosque, en silencio y entera calma. Pero no llegué más allá, no iba a abandonar al bosque, pero sí me dejaría ver finalmente. Mi amplia mirada ambarina se clavó en sus ojos violetas, aparentemente curiosos aunque analíticos.

Continuaba con mi aura suprimida, por lo que de no delatarme con alguna de mis habilidades, no detectarían más que fuera una simple humana sin miedo a los dragones o a los vampiros. Pude darme cuenta rápidamente, por las dimensiones del dragón, y si ya me quedase alguna duda, de que era un uroba, pues los dragones según había leído eran mucho más grandes, al tiempo que la brisa marina agitaba mis largos cabellos plateados.

- ¿No te enseñaron tus superiores a respetar la naturaleza, Uroba? -Inquirí, con voz clara y firme-. Dime, ¿cómo te llamas y por qué quieres incendiar este bosque? Yo soy Akari y sólo preciso saberlo, ya que mi única intención es protegerlo. No estoy amenazándote ni nada por el estilo -Le referí con toda la labia diplomática con la que estaba acostumbrada a mediar en los temas de política del Imperio Áster-. Por favor, te pido que recapacites. Pues estoy segura de que tras esa fachada de intimidante dragón exista una persona con la que se pueda dialogar. Aunque no te exigiré que te muestres con tu forma humana, sí que valoro que deberías hacerlo. No quieras iniciar una guerra entre la naturaleza y los tuyos por una tontería tan nimia como ésta.

Observé que el dragón tornaba la conversación hacia el interior del bosque. Pareciera que la presencia de aquella chiquilla de nombre Akari le inquietara. Ella salió finalmente al exterior, dejándose ver a los ojos del dragón pero sin salir del todo de la maleza del bosque.
–¿Y el dragón, hay algo a lo que no pueda sobrevivir? Porque tampoco es inmune al fuego, por poner un ejemplo... –Comenté, sin olvidar mi aire de travesura.
Silencié mis comentarios en cuanto la chiquilla comenzó a dialogar con él. Aunque debiera no sorprenderme su actitud –pues lo más lógico hubiera sido que reaccionase de manera más violenta o a la defensiva–, no lo pude evitar ante su infinita calma. Bajé la mirada un instante, pensativa... ¿Qué me estaba pasando...? ¿Yo defendiendo un bosque y velando por la supervivencia de sus habitantes? ¿En qué momento el mundo se había vuelto del revés? ¡Yo era un ser de oscuridad, sierva de Saphine! Pero todo eso ahora me parecía tan lejano... ¿Tanto había logrado Dean ahondar su luz en mi corazón...?
Permanecí expectante de ver la reacción del dragón, pero estaba decidida a ayudar a la chiquilla, me había conmovido. Sin embargo, le dejaría las negociaciones a ella, pues me daba cuenta de que la persuasión no servía igual con todas las personas.

-Los Urobas estamos destinados a controlar todo, a poseer todo en este mundo.- Respondí con fiereza.

Ambas jóvenes parecían empeñadas en defender a toda costa los bosquecillos que se encontraban delante de mí, ¿para que tanto empeño?, solo eran unos vegetales ridículos y además no tenía intención de chamuscarlos. Simplemente me había detenido a beber la refrescante agua dulce del territorio y ni tan siquiera eso podía hacer sin que me molestaran con tonterías.
-Me llamo Axel, jovencita.- Respondí con cierta aprensión. -No seáis tan diplomática para defender unos vegetales insulsos, no tengo intención de chamuscarlos.- Alcé un poco el cuello pero sin dejar de mantenerme a la defensiva ante ellas.

La otra chica, la rubia, parecía meditar sobre algo pero seguía decidida a apoyar a su compañera, una cosa estaba clara: o bien eran un par de locas o quizás tenían algún as bajo manga y eso me obligaba a actuar con cautela. Una cosa es ser un poderoso uroba y otra ser un uroba estúpido.
Retrocedí un par de pasos:

-¿Qué sois vosotras dos?, mi olfato me dice que no sois la misma raza, ¿pero cual?.-

–¡Cuánta arrogancia...! –Murmuré, desviando la mirada hacia un lado–. ¿Y a la muerte... también estáis destinados a dominarla? –Cuestioné, apareciéndome intimidatoriamente a muy escasa distancia del rostro del dragón, casi echándole el aliento, y tornando esta vez toda mi expresión en una indescifrable, pues había despertado en cierto modo mi psicopatía.
Yo no estaba del lado de aquella chiquilla, ni de aquel dragón. Sólo me era leal a mí misma, a mi rey y a Dean. Simplemente me había admirado la actitud y determinación que se gastaba la joven, nada más. Pero la arrogancia llevada al extremo despertaba mi lado más oscuro y siniestro.
Alcé el mentón, observándole con altivez afilando mis colmillos y tiñendo mi mirada de un rojo carmesí.
–Iluso... Cuando hayas conseguido burlarla, entonces escucharé tus impertinencias y puede que incluso me ponga de tu lado, doblegada por tu supremacía... Hasta entonces no eres más que un ser cegado por la codicia de poder que no atiende a razones y con quien no me merece la pena si quiera tratar...
Al momento siguiente me encontraba a unos cuantos metros de distancia de ambos, dándoles la espalda a ambos, con el cuerpo mirando hacia la ciudad. Ladeé ligeramente la cabeza hacia atrás, para decirles a ambos unas últimas palabras.
–Suerte en vuestra empresa, a ambos. Y a ti dragón, en cuanto a madurez, tal vez deberías aprender algo de esta chiquilla –Dije refiriéndome a Akari–. Hasta la vista...
Y como una exhalación mis pasos me alejaron rápidamente a lo largo del acantilado hasta perderme a su vista.
Realmente no le había dicho lo que era, pero le había dado pistas y muestras suficientes como para adivinarlo, si es que era lo suficientemente listo para ello.

- Pues si no tienes intención de quemar el bosque, entonces te sugiero que diríjas tus fauces hacia el mar, o que directamente adoptes tu forma humana, Axel -Me atreví a tutearle con total tranquilidad-. Como ya te he dicho no tengo intención de atacarte, no tengo motivos para ello. Pero te aconsejo que cuides tus palabras, yo tampoco estoy aquí para perder el tiempo. Si dices algo cúmplelo, o tú mismo perderás tu propio crédito.

Observé que la vampiresa se marchaba del lugar, aunque tampoco me importaba demasiado.

- Paseaba por el bosque cuando aquella chica, Lucille, me atacó... O lo intentó -Expliqué muy tranquila y aparentemente inocente-. Y por lo que veo, no estás muy familiarizado con las otras razas de este continente...

Me quedé estupefacto ante tal muestra de desfachated, aquella jovencita rubia era la muchacha mas insolente, insultante e insoportable que nunca me había topado en mis viajes por el mundo. Me había convencido por completo: o era rematadamente estúpida o temeraria, puede que las dos cosas en una sola.
Tampoco me dió derecho a réplica, sencillamente tras terminar su plática se dió media vuelta y se alejó de nosotros en dirección a los acantilados.

-¿Madurez?, ¿pero de que habla esta desvengonzada?.- Permanecí inmóvil viendo como se alejaba de nosotros, hubiera sido tan fácil soltar una bocanada de fuego sobre aquella figura menuda...

Mi estupor crecía por momentos pero no pude dar rienda suelta a mis emociones pues la otra muchacha seguía ante mi, plantándome cara. Me decía que si no quería arrasar el bosque me transformara en mi forma humana o sencillamente que me largara de allí. Con tú cabeza me largaría... Pensé, pero ahora la situación había cambiado y ya no me sentía tan amenazado como al principio, la indignación se había impuesto sobre la amenaza.

-Esta bién, me transformaré en forma humana, señorita.- Dije con disgusto para a contnuación trasnformarme tal y como había dicho. Me sacudí la capa y me ajusté el sombrero para luego dirigirle una mirada inquisitiva:

-¿Acaso eres la dueña de estas tierras?.-

Observé con mis grandes ojos ámbar cómo el dragón finalmente se transformaba en humano, presentando una apariencia de lo más pintoresca, pues jamás hubiera imaginado que realmente fuese aquella su apariencia humana.

- Gracias -Fue lo primero que le respondí al haber accedido finalmente a mi petición-. No tengo nada en contra de tu apariencia draconiana, e imagino que estarás de acuerdo conmigo en que es mucho más agradable tratar con una persona de carne y hueso.

Me había dado cuenta de su cambio de actitud tras la marcha de Lucille. Todo indicaba que parecía haber chocado con la vampiresa por su manera de ser, pero conmigo parecía encontrarse más a gusto.

- Yo no soy la dueña de nada -Aclaré-. Simplemente defendía el honor de esta tierra, de su flora y su fauna de las amenazas que en tu forma draconiana proferiste. No se merecían pagar tus desmanes por algo que concernía simplemente a ti y a mí -Hice una pequeña pausa-. Te pido disculpas si con mi presencia he llegado a molestarte. No pretendía entrar en conflicto, aunque no respondo por la vampiresa. Pero ya se ha marchado, así que poco podemos esclarecer ya.

Mi voz había sonado pausada y calma en todo momento. Mi mirada no se había apartado de los ojos de aquel hombre, que ahora mostrando su forma humana parecía mucho más sensato que lo que el dragón quisiera demostrar en un principio. Y mi expresión, carente de emociones, como siempre.

- De ahora en adelante, respeta esta tierra y así no tendremos que volver a encontrarnos. Porque volveré a defenderla si vuelvo a verte a ti o a alguno de los tuyos amenazándola.

A pesar de haber sonado clara y cristalina, en lo que parecía una despedida, no moví ni un solo músculo. Pues esperaba a que él se marchara primero, una vez terminara lo que hubiera venido a hacer aquí.