Recepción diplomática del Rey de los Cielos[Lucius y Yuliya]

Había recibido una carta de aquel hombre hace relativamente poco. Aún no sabía por qué habría decidido pedirme ayuda, puesto que yo no le conocía de nada. A lo mejor le habría visto alguna vez, pero francamente, lo dudaba. De todas formas, ofrecer mi ayuda podría ser beneficioso, contando además que yo podría recibir un trato similar en cuanto me hiciera falta (Y de hecho, de forma inminente, me haría falta su ayuda)

Así que, evitando la parte más... burocrática, decidí irme a la linde del Imperio por donde debería entrar, y me quedé sentada allí, con las piernas cruzadas, y con los ojos cerrados, meditando mientras éste venía.

Cualquier momento de soledad era bueno para meditar, eso lo tenía muy claro.

Desde mi primera visita a Lineris, ya por la capital Liang, había escuchado de aquellas razas exóticas que convivían en este nuevo continente para mí. Me había llamado especialmente la atención que existiese una raza que venerase a la neutral diosa Hánade y que como tal se dedicase a cuidar de la naturaleza, de la vida en general. Teníamos ese aspecto en común y sentía curiosidad por conocer a aquella raza. Por eso, como representante del Cielo, había decidido ponerme en contacto con el líder de esta raza de carácter neutral para conocerle y presentarle mis respetos.

Haciéndome con un útil mapa del continente, pude llegar hasta la isla que habitaban estas criaturas llamadas Dríades escoltado por un grupo de soldados ángeles bien entrenados, ya que nunca se sabía lo que podría suceder y era mejor cubrirse las espaldas. Me sorprendió encontrar un inmenso y marañoso bosque lleno de espinosos árboles y arbustos, apartado del resto del continente, convirtiendo el emplazamiento en un lugar misterioso y que en cierto modo podría causarle respeto de acercamiento tanto a humanos como a otros seres, debido a las leyendas que podrían circular de que las plantas estuvieran vivas y se comiesen a sus osados visitantes.

Me detuve a la entrada del bosque, dejando a mi escolta en formación unos pasos por detrás, pues no quería ofender a las plantas atreviéndome a penetrar a su espesura, y expandí mi aura durante unos instantes para que su máximo representante supiera que había llegado, volviendo a reducirla hasta el nivel de un común, para no cegar con mi luz pero sí determinar mi ubicación cuando éste o ésta, me buscase.

Fue en ese momento cuando yo mismo pude detectar su aura. Neutra y pura. Mi mirada felina rápidamente la detectó y echó una rápida visual. Al parecer, tenía un exótico aspecto de mujer, de cabellos azulados, piel morena, orejas alargadas y puntiagudas, y una bonita, larga y estilizada figura vestida con ropajes azulados que enseñaban parte de su figura, y que hacían perfecto juego con su cabello, además de unos exóticos adornos que parecían haber sido tallados en madera. "Sí, definitivamente se puede calificar de criatura exótica." Pensé para mis adentros, tragando saliva, pues no sólo me había impresionado, sino que había superado con creces mis expectativas sobre su apariencia.

Devolví mis pupilas a su aspecto habitual y me acerqué, entonces, yo sólo, con paso firme hacia ella.

- Es para mí un gran placer conoceros al fin, mi querida señora -Dije al tiempo que realizaba una laboriosa reverencia, después volví a ponerme en pie y a posar mi mirada en los ojos cual neblina que la dríade poseía-. Soy Lucius Júpiter, rey de los ángeles y soberano del cielo -Me presenté, cortésmente y esperé con una amplia sonrisa a recibir sus respetos-. Estoy muy agradecido porque me hayáis recibido con tanta premura. Espero no haberos importunado demasiado...

Al parecer, no tardé mucho en notar un aura luminosa, muy fuerte, que probablemente fuera del Rey de los Cielos, a juzgar por su presencia.

Cuando apareció entre los matojos, me levanté rápidamente, observando de abajo a arriba su figura en un momento. Por zapatos llevaba unas sandalias de piel claras, y tenía una túnica blanca con adornos en azul que tapaban hasta sus tobillos. Llevaba el pelo suelto, e iba sin camisa, sólo con la túnica superpuesta sobre sus hombros. Parecía un hombre con bastante porte y presencia.

Al parecer, su gaznate se desplazó por unos segundos, probablemente por tragar algo.

Por su forma de hablar, parecía un gran caballero. Hice una reverencia, inclinando de cadera hacia arriba hacia delante, mientrsa que la cadera la echaba hacia atrás, y estiraba las piernas hacia delante, casi como si fuera una pose elegante de batalla más que una reverencia. Pero era una reverencia, y bastante formal para las que hacía yo.

Para mí también lo es, estimado caballero. Repuse tras volverme a erguir, dirigiendo mi mirada hacia sus azulados ojos con serenidad. Parecía que él también me miraba a los ojos. Eso me gustaba, que me mirasen a la cara, y a los ojos, puesto que los ojos son la ventana del alma. Así veía cómo era la persona con la que hablaba.

Tendí mi mano hacia él, mientras proseguía para presentarme, tras su presentación y su agradecimiento, con la palma hacia abajo, y los dedos semidoblados.

Mi nombre es Yuliya Shishkina, y soy la Emperatriz de las Dríades, y una de las muchas enviadas de Hánade para proteger el bosque y todas sus especies. Es un placer conocer a una figura tan brillante como la suya, señor Júpiter. Y no os preocupeis, siempre hay tiempo para gratas sorpresas

Repuse viendo su rostro sonriente. El verlo con una sonrisa tan amplia no hizo más que provocarme una a mí también. Últimamente me iba contagiando de las sonrisas de los demás, aunque fuera levemente, como la que esbocé yo ahora.

Se me borró la sonrisa al poco, al pensar a lo que venía a hablarme
Aunque deduzco que quisierais tratar la cuestión lo antes posible ¿me equivoco?

FDI: Se me olvidó indicarlo en mi anterior post, pero la túnica sólo la suelo llevar en el Cielo. Voy vestido con un traje de chaqueta color marfil y chaqueta marrón, muy casual pero elegante xD
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- No os equivocáis -Afirmé con un solemne asentimiento, sin apartar la mirada de sus neblinosos ojos, al tiempo que estrechaba su mano con firmeza. La mía, estaba bastante cálida, y casi abarcaba las dos largas y estilizadas suyas-. Resulta que el tiempo es oro en este periodo que transcurre... Y aquí, el que no corre, vuela...

Mi expresión se tornó un tanto enigmática a pesar del sentido del humor, sin perder el toque alegre y encantador. Me volví, divisando una piedra de gran tamaño que bien podría pasar por roca pequeña y con un gesto de la mano, acogedoramente la invité a sentarse. Tras lo cual, yo ocupé un lugar a su lado, para poder tratar el tema más cercanamente, sentándome ligeramente de lado, con la pierna derecha apoyada sobre la rodilla izquierda, cuya pierna se encontraba anclada al suelo manteniendo el equilibrio. Y volviendo a acaparar su mirada, con la mía de un intenso azul-eléctrico.

- Veréis, mi querida Yuliya... Si me permitís nombraros por vuestro nombre de pila... -Comencé, cortésmente-. Sucede que voy a contraer matrimonio con mi amada Amy Sunie, Reina Renegada de los Ángeles, aunando así el Cielo en una potencia más fuerte. Pero, aunque tengo la suerte de tener muchos amigos, no tengo aliados, y este acontecimiento me ha generado enemigos que no comparten nuestra dicha y ven esta unión más como una amenaza...

Exhalé un profundo suspiro, se me notaba decepcionado en este aspecto. Había pocas cosas que me exaltasen, o me llegaran a preocupar verdaderamente, pero los ángeles eran una de ellas y no podía consentir que por una vez que me permitiera ser feliz, ellos estuvieran desprotegidos.

- No soy un hombre dado a la guerra, aunque en el pasado libré la peor batalla que pudo desolar el Cielo... Pues siempre busco el camino de la diplomacia y el diálogo, antes que acudir a las armas. Pues, para mí, la guerra siempre es el último recurso -Afirmé con rotundidad, notándose el ascenso en mi discurso, que marcó un punto de inflexión, ya que a continuación adopté un tono más reflexivo-. Pero soy consciente de que no todos los reyes de Yggdrasil ese mismo parecer. Pero, como gran estratega y capitán de la guardia real del cielo, durante mucho tiempo... Me ha llevado a pensar que el momento de la celebración de nuestras nupcias, pudiera resultar un momento clave de debilidad, debido a que la atención de ambos gobernantes del Cielo esté centrada en algo tan importante como lo es nuestro enlace matrimonial.

Intenté esbozar una sonrisa, pero al haberle expuesto todo aquello, ahora me resultaba un tanto difícil. Sin embargo, su mirada neblinosa logró reconfortarme ligeramente, haciéndome evocar la respuesta de su carta.

- Honestamente, no esperaba recibir tal acogida por vuestra parte, sin habernos conocido previamente... -Hice una pequeña pausa y tomé aire para hacerle mi propuesta-. Me gustaría contar con vuestro apoyo en una Alianza de Guerra, que por supuesto sería recíproca en el caso de que vos necesitarais mi apoyo bélico.

No estaba seguro de que ella estuviera de acuerdo en formalizar una alianza, pero el trato que me había dado hasta ahora era una buena señal que me permitía mantener incandescente la llama de la esperanza.

OFF Ah, vaya. Bueno, como solo era un pensamiento, no es importante, jejeje.

ON


Estreché mi mano con él. Notaba su mano cálida alrededor de la mía, como si fuera un abrazo pequeño que rodease mi mano y me la mantuviera a buena temperatura. Era muy agradable, cabía decir.

Cierto era que el tiempo no sobraba, pero no me importaba invertirlo en encuentros con personas tan ilustres como él.

Entonces pude ver que su semblante cambió, y se fue a sentarse en una roca, invitándome a sentarme, invitación que yo acepté con gusto, sentándome a su lado, y mirándole a los ojos azul eléctrico que poseía, con una pierna cruzada sobre la otra. Deposité mis brazos sobre las piernas, cruzadas ligeramente para no dejarlas colgando como si fuera una dejada.

Me gusta que me llames por mi nombre Dije rápidamente en la pausa, para que supiera que a mí no solo no me molestaba, sino que me gustaba que me llamaran por mi nombre. Era bastante más personal y menos frío así que si me llamara "MAjestad" o derivados.

Sonreí levemente al saber que él se iba a casar. Casarse siempre era algo precioso, porque significaba una profunda relación con otra persona. Aunque los casamientos entre mujeres no sé cómo lo vería el resto de Yggdrassil, pero bueno, sabía que tarde o temprano me casaría con alguna mujer.

Aunque pude ver que luego su sonrisa se deshizo cuando mencionó la peligrosidad que eso generaba. ¿Alguien podía querer odiar a los ángeles realmente, aparte de su contraparte demoníaca?

Al finalizar de decir todo lo que tenía que decir, sonreí levemente, y le miré a los ojos con atención, mientras hablaba despacio y concisa.

Siempre he tenido buena idea sobre los ángeles, así que no veía por qué no ir a veros en persona directamente, Lucius Júpiter. En primer lugar, os brindo mi apoyo, dado que estoy de acuerdo en vuestras razones. Me parece un acto de deshonor atacar a alguien durante un acto ceremonial tan sagrado como lo es un casamiento.

Repuse llevándome una mano a la barbilla y apoyando dos dedos.

Y por eso, por honor... Por honra, por principios, y porque apoyo a vuestra causa, aceptaré una alianza con vos... Probablemente también se convierta en una relación más personal en el futuro. Por cierto, vuestra prometida... Amy Sunie.. DEbe ser muy afortunada en teneros a vos como futuro esposo. Y dada la pronta necesidad del sellado de nuestra alianza... Durante vuestro casamiento, tendreis mi presencia y la de mis dríades, protegiendo el acto y el lugar de sorpresas ingratas e inesperadas. Le miré a los ojos, dejando depositar la mano de nuevo en mi regazo, y extendiendo mi mano hacia él de nuevo.¿Os parece bien? Pregunté, a modo de sellado, para seguir después con las pautas de la alianza.

Sus palabras me sorprendieron. Nunca antes en la historia de Yggdrasil se había establecido contacto entre Dríades y Ángeles, y me congratulaba en sobremanera que ella, la mismísima Emperatriz Dríade, hablase de los Ángeles en nombre de su Raza colocándolos en aquella alta estima.

- Me parece muy apropiado, mi querida Yuliya. Aunque he de decir que os agradezco en sobremanera vuestra comprensión, así como expresaros mi entusiasmo al poder contar con vuestro apoyo -Sonreí ampliamente-. Pero pasando a los términos de la Alianza, ¿qué os parecería, además de lo ya propuesto, contar con un representante de ambos pueblos residente como embajador en cada uno de nuestros Reinos? De este modo, el contacto sería mucho más directo -Aclaré, tornando mi expresión un poco más seria-. Por lo demás, creo que con la Alianza de guerra se sobreentiende el apoyo militar o la ayuda humanitaria en caso necesario. Contando, por supuesto, con que los ciudadanos de ambos Reinos estarían autorizados a circular libremente por ambos territorios. ¿Os parece lo suficientemente apropiado, mi querida Yuliya?

Mi tono había sonado amable y cordial en todo momento. No pedía nada más que eso, pero tampoco menos. Creía que aquello era lo mínimo necesario para una Alianza entre dos Reinos. Tal y por cómo había resultado el trato con la Emperatriz Dríade, estaba seguro de que aquella unión podría estar perfectamente vigente durante muchos siglos.

Me entusiasmó que a él le pareciera una buena idea la propuesta, sobre todo al ver una sonrisa tan ancha como la de él después de mencionarlo. La idea de enviar un representante me parecía buena, ya que ya había hecho lo mismo con Horo Horo y sus Urobas. Todo lo que él proponía era de mi agrado, y para mí, aceptable.

Me incliné un poco hacia delante, cerrando los ojos primeramente, como si me detuviera a meditar en ese momento, pero poco después, abrí los párpados y dirigí mi mirada a sus brillantes ojos azules después, penetrando en su interior con los ojos. Era una mirada que era difícil de apartar, como si estuviera leyendo algo dentro de él.

Con sumo gusto, aceptaré su proposición, señor Júpiter.

Hice un gesto de la mano, aunque tal vez Lucius no supiera a quién se lo hacía. Y proseguí

Tal vez le parezca poco habitual, pero lo sellaremos a mi modo, si gustais

Probablemente se andaría preguntando cómo sería mi modo de sellar el trato. Me quité un pendiente con forma de hoja de arce tallada en madera, y lo tomé en mi mano, mirándole a los ojos.

Según mis tradiciones, un trato se sella cuando ambas partes ceden algo suyo al otro. Este pendiente lo tallé yo, y quiero que vos lo tengais, como seña de amistad.

Esperaba que a él no le pareciera una tontería maximizada, pero para mí era bastante importante hacerlo, aunque con Horo no lo hiciera, porque, dado que estábamos en su territorio, quería seguir sus reglas.

Después, apareció de entre la maleza una mujer de pelo verde liso, muy largo y espeso, de ojos también verdes. Tenía la piel tostada por el sol, y si bien parecía una mujer delicada y fina, dada su vestimenta, tan natural como la mía, y sus formas mucho más femeninas que las mías, era buena con las tareas manuales, y con el arco.

Acudirá con usted de regreso Tanya, una de mis queridas hermanas. Cuídela bien, señor Júpiter. Repuse dedicándole una sonrisa, esperando su respuesta

No pude evitar sonreír con gracia al escuchar su respuesta, y me produjo una cierta curiosidad que reflejó mi mirada azul-eléctrica al escuchar su propuesta de realizar el trato "a su manera".

Me pareció bastante curioso, interesante, y apropiado. Tenía que admitir que me fascinaba descubrir cosas nuevas, y que la misma Emperatriz Dríade me rebelara una de sus tradiciones, me hizo sentirme muy afortunado. Y cuando quiso compartir algo suyo conmigo como símbolo de amistad, me fascinó, iluminándoseme la mirada.

Después, apareció otra bella Dríade de entre la maleza, y la Emperatriz me la presentó como la Dríade que haría de representante de las suyas en el Cielo.

- ¡Me encantan vuestras tradiciones! -Exclamé poniéndome en pie entusiasmado, al tiempo que me acercaba hacia la Dríade de nombre Tanya y le tomaba la mano cortésmente, realizando una pequeña inclinación sin apartar la mirada de sus ojos, para besársela con suavidad-. Para mí será un placer que me acompañéis al Cielo, querida.

Liberé la mano de Tanya y me acerqué de nuevo hacia Yuliya, introduciendo una mano hacia el interior de mi chaqueta para extraer un broche redondo tallado en marfil, tallado con el símbolo de la silueta del majestuoso perfil con las alas abiertas de un águila dorada, en en el interior de un marco que recorría todo el borde del mismo.

- Esto es para vos, mi querida Yuliya -Tomé una de sus largas y finas manos con la derecha, volviéndosela con la palma abierta hacia arriba, y con la izquierda posé el broche sobre su mano, cerrándosela después, todo esto sin apartar la mirada de sus neblinosos ojos.

Tras cerrarle la mano dentro de la mía derecha, alcé la izquierda hacia mi séquito, que me esperaba marcialmente a la entrada del bosque.

- Éber, por favor, acércate -Le dije a uno de los ángeles de mi séquito, que se acercó obedientemente-. Él es uno de los capitanes de mi guardia. Siempre ha sentido una especial devoción hacia la Naturaleza. Le premiaré por sus buenos servicios concediéndole el honor de convertirse en mi Embajador. Cuidad bien de él, mi querida Yuliya, os lo ruego.

ME sorprendió bastante aquella reacción, pues parecía que no solo no le parecía una tontería, sino que le gustaba. Eso me alegró, y no pude mostrarlo de otra forma sino sonriendo con devoción, bastante contenta por la opinión de Lucius.

Entonce me levanté de la roca en cuanto vi que se acercaba Tanya a nosotros. Tanya inclinó la cabeza ante el Rey Lucius en cuanto vio su cortés saludo.

El placer es todo mío, majestad Lucius Repuso Tanya, aceptando el beso de Lucius en su mano, aunque se ruborizara, a pesar de que trataba de ocultarlo, por profesionalidad más que otra cosa.

Entonces vi que Lucius buscaba algo en su chaqueta, y de ella sacó un broche de tono blanco roto, con forma de un bello animal como es un águila.

Me quedé sorprendida al ver el broche, y la majestuosidad del dibujo tallado en el mismo, y para mi sorpresa, Lucius lo depositó en mi mano, cerrando mis dedos sobre él, mientras me miraba a los ojos con intensidad, como si leyera dentro de mí algo a través de ellos.

Apenas pestañeé para no dejar de mirar en sus ojos, y entonces oí que llamaba a uno de sus hombres, al que vi acercarse hacia nosotros con prisa. Al verle frente a mí, hice una reverencia, inclinando la mitad de mi cuerpo hacia delante, y volví a erguirme, para mirar a Lucius, mientras me ponía su broche sobre el pico del escote de la ropa, para no perderlo de vista. Entonces le cedí mi pendiente a Lucius, tendiéndoselo en su mano, tapando parte de ella con la mía, aunque no gran parte por supuesto, y le miré a los ojos con intensidad.

LE prometo, Señor Lucius, que su embajador será muy bien tratado por nuestra parte

Repuse, tras lo cual, levanté mi mano, dejando el pendiente en el centro de su palma.

Ahora nuestro trato, está sellado. Por mi parte, espero grandes cosas por esta unión, señor Lucius. Decídmelo, y acudiré en vuestra ayuda siempre que sea necesario Añadí, entrelazando los dedos de mis manos mientras las dejaba reposar sobre mi vientre

Éber, se trataba de un ángel de apariencia joven y apuesto, alto con el cabello corto y rubio cenizo, con unos ojos claros cristalinos como el agua, y la piel quizá tan bronceada como la de Lucius, gracias al sol cálido que la bella Acrisea nos mostraba cada día en el Cielo. Vestía con el traje de la guardia real, debido a haber capitaneado a mi séquito ésta vez, cual paladín angelical, en tonos marfiles y dorados en los adornos. Se acercó a Yuliya y realizó una protocolaria inclinación, rodeando su cintura con el brazo derecho y la espalda con la izquierda para ello.

- Para mí será un honor serviros, mi señora Yuliya -Dijo con un tono de voz suave pero firme y caballeroso. Y volvió a incorporarse, colocándose ahora a su lado y mirarme ahora a mí colocando el puño derecho sobre el corazón, a modo de saludo oficial y juramento para conmigo-. No le defraudaré, mi señor.

Después, yo me volví hacia Yuliya, asintiendo ante sus palabras de acogida a mi Embajador. Recogiendo con una sonrisa y finalmente el colgante que la Emperatriz Dríade me ofrecía en señal de amistad.

- Conseguiré un cordel y lo llevaré siempre colgado de mi cuello a modo de colgante -Le dije con firmeza, ahora encerrando el obsequio con fuerza dentro de mi mano izquierda-. Y por mi parte, podréis también gozar de mi apoyo cuando lo solicitéis. Confío en que nuestros Embajadores nos lo comuniquen también en caso de recibir la señal de auxilio.

Sin más dilación, me despedí de la Emperatriz realizando el mismo tipo de inclinación laboriosa con la que había saludado a mi nueva Embajadora de las Dríades. Tras lo que le ofrecí el brazo a Tanya y junto con mi séquito, cruzamos de nuevo el mar hacia el contienente, para regresar al Cielo a través del Portal que había justo frente al Bosque de Espinas, entre las Cascadas del Edén y Vaeh Urobhak.

El muchacho se aproximó hacia nosotras, y ejecutó una elaborada reverencia, propia de un noble. Supongo que por algo era uno de los capitanes de la guardia de Lucius. Sin duda, parecía un muchacho con una educación exquisita, pues cuando se presentó ante mí, ya me trataba de "señora", igual que como lo haría con su amo y señor Lucius.

Incliné la cabeza, dedicándole una sonrisa a Éber en cuanto ejecutó dicha reverencia, y me erguí cuando se colocó a mi lado, mirando a los ojos de Lucius, que estaba junto a Tanya.

Acogí las palabras de Lucius a fuego en mi mente, y asentí, dejando que se marchara del Bosque de Espinas junto a Tanya, una de mis fieles hermanas, hasta que desaparecieron entre los árboles.

Entonces me giré hacia Éber, el apuesto capitán de Lucius, y le tendí el brazo, para que me llevara, como un caballero haría.

Si tiene el gusto de acompañarme, Éber, le enseñaré su nuevo hogar

Y nos internamos poco después en el centro del Bosque de las Espinas, donde nos encontraríamos el Árbol Corazón, y le buscaríamos un hueco donde alojarse a Éber el ángel