(Misión) La logia oscura

La noche cubre la ciudad con su manto estrellado, puedes contemplarlo todo desde lo alto del edificio en el que te encuentras, es una casa bastante rustica pero agradable a la vista. Por la información que pudiste recabar del tablón un grupo de extraños individuos deberia aparecer en cualquier momento, no en vano esta era la casa de la señora que habia colgado el cartel del tamblón.
Tanta espera esta empezando a agotarte, no obstante, en ese preciso intante un grupo de personas aparece calle abajo. Por lo que puedes apreciar todos llevan túnicas carmesí y van cantando selmos, unos oscuros y siniestros selmos. Sin duda son los miembros de la logia.

La comitiva paró delante tuya, no era extraño ver gente con espadas por la calle asi que no prestaron mucha atención. El que parecia ser el jefe de la comitiva dio unos pasos hacia ti.
-Rezamos, hermano. Rezamos para que las extrañas criaturas que pueblan el contiente no echen sus garras sobre esta ciudad. Cada noche salimos del templo y seguimos un recorrido dictado por nuestro arzobispo. Y asi, mantenemos la paz.

-Oh, por supuesto, siganos, hermano. -Dicho esto el sacerdote comenzó a andar, sin dejar de cantar sus selmos. Una siniestra, aunque impercepible sonrisa se dibujó en su rostro.

Los pasos del monje eran seguros, mientras andaba sus siniestros canticos no se detenian. Finalemnte, depues de varios minutos de camino, llegasteis a un oscuro lugar, un siniestro templo. Sus torres acababan en puntiaguda agujas que pretendian endirse en el nocturno cielo. Las grandes y pesadas puertas adornadas con heréticos simbolos estaban entreabiertas, esperando a que alguien llegase.
-Hemos llegado hermano. Pasad, por favor. -El grupo de monjes habia pasado delante de ti y en la puerta solo quedaba el lider de la comitiva, invitandote a pasar con una mano.

Nada más entrar en el templo se escucharon una siniestras risas. Las puertas se cerraron detrás de ti con inmenso estruendo. La estancia se iluminó de repente por una luz, una esfera brillante que oscilaba en el aire. A tus ojos aparecieron una docena de arqueros situados el los balcones del segundo piso, apuntandote. Dispararon.

A pesar de la resistencia que pareció ofrecer el alto sacerdote con algún que otro extraño conjuro no tuviste ningún problema en acabar con ellos. Servirian como aviso a los demás.

Misión cumplida.