Encuentro esperado [Katerina y Angeline en principio (quizás más si quieren)]

Tras los hechos acontecidos en la Mansión, decidí que, tras bañarme en agua helada, y rehidratar mi piel con esas maravillosas cremas que habían desarrollado en el castillo, irme a leer esos papiros en la Isla de Samasha. Necesitaba estar sola, y lejos de todo el mundo, para poder estudiar esos documentos con calma. Ya estaba atardeciendo por suerte para mi, así que pude prescindir de la capucha de mi capa de viaje ( que ya estaba seca). Llevaba la copa en un bolsiollo, y en el otro llevaba los papiros.

Aprovechando el camino abierto de la alianza con los ángeles, atravesé por las puertas celestiales, (sin olvidarme de encapucharme para evitar el sol),saliendo entonces por la puerta que daba a las Costas del Amanecer. Ahí ya estaba cerca, y casi oscuro el cielo, así que me quité la capucha, y las mangas, y saqué mis dañadas alas negras como el azabache de la espalda, extendiéndolas para mostrarlas en todo su esplendor, a pesar de que tenían unas manchas grises, igual que en mi nuca, por las quemaduras del sol que aún permanecían.

Di un salto, y me lancé hacia delante, batiendo las alas de vez en cuando para no descender de la altura que tenía.

Ya pasados unos minutos, y con el sol ya puesto tras el horizonte, acabé llegando a la Isla, junto a los acantilados, donde una agradable brisa llegaba proviniente del mar.

Me senté en una roca seca, bajo la sombra de un abedul ( si es que aún se podía llamar 'sombra' bajo la luz de la Luna), y gracias a mi vista vampírica, fui leyendo los pergaminos. Textos de técnicas de procreación mestizas...la historia de la guerra de éstos y los vampiros... Salía mencionado el nombre de Kraha más de una vez. A medida que ahondaba más en el asunto, menos me gustaba éste

Esto no me gusta nada de nada. ¿Mi marido estaba compinchado con los mestizos?¿Cómo es eso? me pregunté, sin respuesta alguna. Proseguí la lectura durante varios minutos, tras lo cual, decidí detener la lectura, y guardé los papiros de nuevo en el bolsillo, y en su lugar, extraje la copa. Veía el borde ensangrentado, y a pesar de lo seca que estaba, y vieja que era, aún olía a hierro. Entonces, humedecí mi dedo con la lengua, y toqué con el dedo una pequeña parte de la mancha, para así mojarlo ligeramente en la sangre. Luego me llevé la mano a la boca.

Su sabor, aunque apagado, me resultaba muy familiar...-Kraha...es su sangre...

Había pasado el día en aquel lugar, a la sombra de las edificaciones que aun permanecían en pie tras el paso de los años. No había vuelto a casa la noche anterior. La mansión me traía muchos recuerdos y necesitaba despejar la mente. Además, mientras el sol no me rozase la piel, mi vida no peligraría.
Estaba decidida a quedarme allí esa noche también, no regresaría hasta bien entrada la madrugada.
Tenía demasiadas cosas en la cabeza, mi familia desaparecida... Dean... Lucia... Sinceramente lo último era lo que más me costaba sobrellevar. Aunque quizá a mi pequeña princesa algo más como para estar sufriendo este desamor, porque no tenía otro nombre. Aun no había hablado con ella al respecto, no sabía qué decirle realmente. Pero estaba determinada a terminar con esto. Yo no quería enamorarme y mucho menos que fuese de la persona que ella parecía haber elegido. Ella aun era joven, pero yo sabía que el amor cuando se trata de vampiros... es para toda la vida. Yo misma jamás podría olvidar a Liam, pero pesaba más el odio que me corroía por dentro por lo que hizo. Nunca pude perdonarle... y ya nunca más podría aclarar lo que sucedió. Mi creadora me quitó del medio demasiado rápido como para haber tenido la oportunidad de haberlo hecho. Por eso ahora no podía recordarle con añoranza, sino con un odio irracional que no podía explicar.
No sabía qué más pensar de él... estaba cansada de revolverme la conciencia por su culpa. Y no quería que sucediese eso con Dean... él era tan tierno... por alguna razón sabía que él jamás podría hacerme algo así. Pero tampoco podía darme la oportunidad de averiguarlo. No. Definitivamente no podía. Lucia era mucho más importante para mí. Por eso no podía perdonarme a mí misma...
Dejé que las lágrimas corrieran por mis mejillas por unos instantes... necesitaba este desahogo como el respirar –si es que respirase...

De repente, mi fino oído detectó una voz... Contuve el aliento por un instante. Tenía mi aura al máximo, estaba sola hasta hacía un momento y no esperaba compañía, por lo que no me había molestado en reducirla, no estaba alerta... La suprimí, entonces. Era otro vampiro.
Me sequé rápidamente las lágrimas y salí de mi escondite. De nuevo las sombras se apoderaron de mi ser. Volvía a estar alerta y al acecho, pues aunque fuese un vampiro lo desconocía por completo, no sabía si sería amigo o enemigo y antes prefería ser previsora.
Ya era noche cerrada.

Me deslicé como un fantasma, sin hacer ruido alguno, como el cazador que acecha a su presa... Si había venido a espiarme, lo pagaría muy caro...
Me aparecí directamente a su espalda, sigilosa... mis garras se pronunciaron y alargaron hacia su cuello...
–Mueve un sólo músculo y te juro que no lo contarás... –Mi voz sonó acariciante y suave como un susurro, pero lo que entrañaba era la amenaza de muerte de una asesina...
Y era cierto lo que decía, lo había hecho incontables veces antes. Si me desobedecía, le partiría el cuello y no... no lo contaría.

Noté cómo un aura se encontraba cerca, pero en un momento, desapareció. No me dio tiempo a analizarla, porque fue tan repentino y efímero...Eso me puso alerta, pero lo siguiente que vino fue totalmente inesperado. Noté una mano fría colocarse suavemente en mi cuello. Y una voz femenina, apagada, suave, resonó en mi oído. Sobre todo, parecía amenazante. "¿A mi amenazándome?¿Cómo se atreve?"

Fui levantando las manos lentamente, una con el dedo manchado entre sangre y saliva, y en la otra mano, la copa de oro con el borde de sangre seca. Sin volverme hacia ella, pregunté seriamente.

¿A qué viene esta amenaza?Tranquilízate y seamos civilizados ¿quieres?

Repuse, con las manos levantadas. Iba a girar mi cuello para poder verla, pero me lo pensé mejor. Aún estaba a su merced.

¿Qué tal si apartas la mano de mi cuello y me cuentas con calma qué te ocurre?

"A esta le debe pasar algo. ¿por qué amenazarme así como así a las primeras de cambio? No le he hecho nada, o eso creo yo ¿no?"

Se asustó, como era natural, sin embargo no intentó forcejear ni nada por el estilo, sino que levantó ambas manos. Parecía que se rendía...
Aflojé la mano, pero no me aparté de su espalda todavía.
–¿Qué pretendes? ¿Qué haces aquí? –Mi voz se agravó, interrogante.

Parecía que se estaba relajando. "Excelente, tal y como esperaba"

Entonces, lentamente, torné mi cabeza hacia ella. El contacto visual siempre hacía mella, porque así, al ver el rostro de una persona, siempre había una implicación moral más que si no le veías el rostro, y por tanto, costaba más hacer daño a alguien cuando le veías el rostro. A no ser que de antemano, tuvieras problemas sociales con esa persona, pero no era el caso, creía yo.

Sabía de psicología criminal, ya que yo era una. Entonces, con mis ojos rojos como la sangre, escruté los suyos azulados, rodeados por unas finas líneas negras de pincel de pestañas, y párpados. A decir verdad, todo había que decirlo, parecía una chica bastante atractiva, y algo joven. Aunque sobre todo, pensaba en eso: parecía.

Entonces abrí mis labios de color carmesí, para responder con mi suave voz, en tono algo más melodioso, para no deshacer la calma ficticia en tensión que se había creado.

Mi pretensión no era sino sentarme sola, aquí y en este momento, y dedicarme a mis quehaceres. Por eso he venido aquí, para hallarme en soledad. ¿Y tú?

Pregunté, con algo de duda al principio. No quería incitarla, ni enfadarla, pero debía ir preguntándole para que tomara algo de confianza conmigo. Aun así, seguía sin entender por qué había salido con aquella amenaza

Estudié al detalle cada uno de sus movimientos, parecía que sobreactuara, que lo hubiese premeditado. Sabía desempeñar su papel –me atreví a conjeturar por lo leído en su lenguaje corporal–, de eso no cabía duda. Pero yo tenía mucha más experiencia en esto... Sin embargo, no tenía motivos para dudar de su palabra y mientras no hiciera algo que me indicara que debía sospechar, no tenía por qué guardarle rencor. No, mejor dicho, no tenía por qué pagar mi frustración con ella.
La escruté con la mirada, mirándola de arriba a abajo, desafiante. ¿Acaso pretendía intimidarme? ¿A mí? ¿La hija de Saphine...? –Bueno, en realidad no lo era, pero eso ella no lo sabía–.
–Más de lo mismo... –Chasqueé la lengua, bordeándola como un fantasma y me senté con desgana al otro lado.
No me iba a disculpar todavía, todavía no la tenía en tanta estima, no se fuera a confiar. Y observé lo que hacía con los libros y pergaminos.
–¿Es interesante la lectura? –Pregunté, aburrida.
Al menos me había procurado una distracción que me haría no darle tantas vueltas al coco.

Parecía muy tranquila, a pesar de mi serenidad. Normalmente cuando alguien amenazaba y se encontraba con alguien tan tranquilo, podía acabar hasta exhasperándose.

Entonces me fijé. Su mirada denotaba desafío. Realmente pretendía ver si perdía la paciencia con ella. O eso imaginaba. Entonces respondió de forma escueta, chasqueando la lengua, y paseándola por sus labios. Me relamí la sangre que había chupado de la copa, paseando la rosada lengua por mis rojos labios lentamente, como si quisiera llamar su atención en ese punto, mientras sonreía algo pícara.

Entonces me preguntó acerca de los libros. Dejé la copa en el suelo, y relajé los brazos suavemente.

Bueno, algo, no te vayas a creer Repuse con aparente aburrimiento. Pero luego cambié de opinión ¿Y si me podía ayudar?

Pero desconfiaba de ella. No había mostrado el menor atisbo de sentimiento amistoso hacia mi. Ahora era neutro, ligeramente hostil. ¿Debería contárselo?

Investigo cosas....cosas que me revuelven un poco el estómago, pero bueno. No me importa, la verdad sea dicha

Repuse mirándola

Se relamió de forma bastante lasciva. Tenía que admitir que le ponía empeño, pero normalmente era yo la que hacía esas cosas. Verlo en otra persona que de primeras no te ponía nada, no era igual de agradable. Aunque tenía que admitir que la vampiresa tenía buen cuerpo... aunque eso fuera importante, no era precisamente lo que me seducía.
–Bueno... no creo que a estas alturas haya algo que pueda revolverme el estómago... –Mentía, mentía descaradamente. Acababa de presenciar algo que sí me había desagradado, tenía que admitirlo–. ¿Si gustas...?
La invité a que compartiera conmigo sus dudas, esperando escuchar algo que me sorprendiera realmente y despertara mi curiosidad.

Parecía una mujer fuerte, a juzgar por su respuesta, aunque claro, quién sabría si era cierto o no. Siempre hay algo que nos desencaja la mirada y la mandíbula. Hoy en concreto, en mucho tiempo, a mi me había ocurrido. Pero entonces al oir su invitación a escuchar, decidí que debía preguntar, y me senté más cómodamente, mirándola de frente, cruzándome de piernas. En ningún momento le he levantado la mano, a pesar de su amenaza. Era raro. Normalmente me hubiese puesto en guardia. Supongo que sería el hecho de que ella fuera, aparentemente, vampiresa. Así lo intuía por el aura que sentí antes, y por el aspecto que luce.

Entonces mis labios volvieron a mostrar un rostro de seriedad preocupada en cuanto saqué uno de los pergaminos y volví a leer las primeras líneas. Tras recordar el contenido de ése, se lo susurré a la chica.

Kraha... Hice una pausa un tanto incómoda al mencionar su nombre , Archiduque y Lord, había sido partícipe de la guerra vampiro-mestiza en aquellos turbulentos años...De lado de éstos últimos...

CAllé, y levanté la mirada para mirar hacia la chica. ¿Qué clase de reacción tendría?

Mostré indiferencia al principio. “Un nombre... ¿y qué?” Pero entonces mi expresión cambió al escuchar la mención a la guerra entre vampiros y mestizos... Aquella que me había perdido al entrar en letargo, pero en la que yo había sido un títere...
Clavé por un instante mi mirada en sus ojos y la mantuve durante unos instantes. Y pareciendo que no me hubiese movido por la velocidad que empleé, le arrebaté el libro de las manos, como recelosa y, manteniendo la misma mirada desafiante, volví a sentarme en el mismo lugar y comencé a leer esa parte. Quería saber lo que había sucedido realmente, si decía algo de mi madre y de Liam...

Al ver esa mirada que escudriñaba mis ojos, me sorprendí. Parecía que algo le había llamado la atención. Pero de forma repentina, me quitó el pergamino de forma brusca, y se dispuso a leer, con una mirada de desafío como la anterior.

Me levanté de un salto. Eso era lo que yo había conseguido, a costa de crearme unas quemaduras, y no me lo iban a quitar así como así.

¡Eh!¡Oye!¿por qué me lo quitas?!

Pregunté en un tono bastante alto, rodeando a KAterina y quedándome a sus espaldas, con mis manos en sus hombros y clavando la mirada en el pergamino. Apreté un poco los dedos en sus hombros, y susurré en tono molesto.

¿Buscas algo en él?

Pregunté al darme cuenta de que leía muy rápido. Me preguntaba qué era lo qeu buscaba.

No respondí. Había esperado que reaccionara de forma violenta, era natural, le había quitado su libro. Pero no se lo devolvería hasta que averiguase lo que buscaba.
Me lo apreté contra el pecho, recelosa, al tiempo que mi mirada se giraba hacia ella por mi espalda.
Por alguna razón, y aunque nuestra relación hubiese sido algo brusca, sentía que ella no me atacaría, veía el respeto en su mirada.
–Habla de historia... y me gusta la lectura... ¿Tienes algún problema con ello?
El desafío no se borraba de mi mirada.

En cierto modo, no pensaba atacarla, puesto que ¿y si tenía algún as bajo la manga? Pero el que me mirara de aquella forma, y me respondiera de la misma forma, me empezaba a enrabietar. Apreté más las manos en sus hombros, y luego las retiré, acercando mi rostro al suyo con una mirada de enfado, mientras con una mano tomaba, sin tirar, el pergamino. Y entonces respondí de forma más brusca que antes.

Sí, tengo un problema, y es que es mío. Lo necesito yo, lo recuperé yo, y si no me dices para qué lo quieres, puesto que sé que no es por afición a la lectura, lo quiero tener en mis manos. ¿Quién me asegura que no me lo vas a robar?

Repuse con la mirada encendida en fuego rojo, si es que podía decirse así, ya que mis ojos ya eran rojos de por sí. Ya había tocado demasiado mi fibra sensible. Y no le iba a permitir que me quitara mi reliquia así como así.

Así que devuélvemelo. Ya estás tardando en hacerlo

Mantuve la mirada con firmeza en todo momento, tampoco iba a soltar el pergamino así como así. Se había vuelto demasiado posesiva con el objeto en cuestión. ¿En serio un trozo de papel tendría tanto valor sentimental para ella?
–Dice cosas que no son verdad... –En realidad no lo sabía, no lo había leído en profundidad y por desgracia me había perdido aquella fiesta–. Y no te sofoques tanto... no lo quiero... –Dije, aun reteniéndolo contra mi pecho–. Lo único que quiero es enterarme de lo que dice...

No quise tirar del papel para no romperlo, pero lo quería de vuelta en mis manos. ¿Qué podía hacer para ello? No estaba segura. En cualquier caso, tenía que recuperarlo. El que me respondiera con tantas evasivas sólo me ponía más nerviosa, y más aún cuestionando la veracidad de aquellos documentos.

¿Cómo que dices cosas que no son verdad?¿Cómo te atreves a cuestionar su veracidad cuando ni siquiera has llegado a la mitad? Dámelo, ya. Y no me sofoco, sólo me estás poniendo nerviosa. Dámelo. Repuse, mirando desafiante hacai sus ojos. Estaba dudando en si sacar un arma para intimidarla o no, pero no iría a cosas mayores aún. Debía guardar la calma, al menos todavía, pero la verdad es que me estaba costando bastante trabajo. Ya estaba al borde de un ataque de nervios

Empecé a zapatear con el zapato la roca, provocando un sonido frecuente y sonoro, mientras llevaba una mano a la mandíbula de Katerina, y la sostuve con calma, mientras la otra mano sostenía el papel. Entonces me acerqué más a su rostro y susurré con enfado.

Como no me lo devuelvas pronto, te prometo que te arrepentirás. Tengo más instrumentos de tortura de lo que parece, aunque odio usarlos, sinceramente. ¿Te vas a arriesgar a negarte?

Le observé todo su teatro como una buena espectadora. Tenía que admitir que me estaba entreteniendo... Pero las amenazas me sonaban a broma... Me quedé mirándola seriamente, sin mover un músculo, impasible.
–A mi no me hacen falta los instrumentos de tortura. Soy más de asesinar rápida y eficazmente... –Le dije. Esta vez, mi tono tenía un toque un tanto divertido, aunque indescifrable. Pero aun no soltaba el libro. Tendría que darme algo más convincente, ahora me había determinado a no devolvérselo y podía llegar a ser muy, muy perseverante.

No había cambiado su expresión ni un ápice, hasta que repuso que asesinaba rápido. Yo no, prefería disfrutar haciendo daño, lenta y dolorosamente, antes de acabar con la vida de alguien. A veces incluso le daba el placer de otorgarle una muerte placentera. Tenía un pequeño instrumento que fui sacando lentamente de un bolsillo. Un látigo enrollado. Un látigo de cuero listo para dar latigazos. Deshice el lazo lentamente y escudriñé su mirada una vez más antes de ejecutar mi sentencia.

¿Estás segura de que te negarás a dármelo? Puedo ser muy paciente en cuanto a recibir las cosas que quiero se refiere

Repuse, por última vez, esbozando una sonrisa pícara, mientras me relamía los labios con una lentitud pasmosa tal que parecía que aquello provocara una gran excitación en mi. (Que ciertamente, lo hacía)

Se estaba comenzando a volver un tanto molesta. Chasqueé la lengua. ¿A qué jugaba? Desde luego, así no lo conseguiría, al menos no conmigo. Volví a chasquear la lengua.
Estaba cansada de tanto jueguecito, ya no me estaba divirtiendo. Dejé el libro sobre la roca, a mi lado. Estaba claro que no me iba a dejar leerlo tranquila...
–Está bien. Si no me vas a dejar leerlo, ¿por qué no me lo cuentas tú? –Pregunté un tanto desganada–. Me están entrando ganas de arrancarte el corazón de cuajo... así que, deja de provocarme...
Mi expresión denotaba molestia, mezclada con cabreo.

Finalmente soltó el pergamino, pero parecía estar algo molesta, a juzgar por la respuesta que me dio. Y por mucho que le entrasen ganas de arrancarme el corazón, provocar era mi especialidad. Aun así, había que ser cauta. Quién sabe qué trucos guardaba bajo la manga.

Entonces, con un giro como si fuera un baile, me acerqué al pergamino en un segundo, y lo volví a guardar en un lugar seguro, en mi capa de viaje. Entonces guardé el látigo nuevamente en el bolsillo, y me volví hacia Katerina, más seria que antes, aunque aún prevalecía cierta picardía en mis labios.

Así que quieres saberlo. Muy bien Susurré a su oído, tras lo cual, volví a dar un giro sobre mí misma y acabé a su otro lado, susurrando a su oido nuevamente -A cambio, cuéntame más de ti

Entonces me quedé detrás de ella, con los brazos apoyados sobre sus hombros, pegada a ésta por la espalda y le susurraba a su oído.

Hasta donde he leído, cierto....hombre...digamos, participó en aquella antigua guerra. Probablemente yo no existiera en ese preciso instante, pero supongo que mi nacimiento vendría más tarde

Dije, como si lo quisiera dejar caer. Supongo que captaría el segundo sentido que tenía aquello. Aún no le quería contar que Kraha es mi difunto marido, ya que no se había ganado mi confianza, pero era bueno tenerla al menos contenta.

Accedió a contarme lo que había leído ella en el libro. Pero ese acceso no vino gratuitamente... “¡Cómo no! Debí haberlo supuesto...” Sino que pidió que le contara cosas sobre mí a cambio. “Muy bien... si eso es lo que quieres...”
–Siempre que dejes de sobarme... –Era mi condición.
Escuché atentamente a la primera muestra. Resultaba que era una vampiresa vieja... la más vieja que había conocido desde mi despertar... aunque no lo fuera tanto como yo. Sin embargo, eso podría darme una buena baza de averiguar lo que había sucedido con mi creadora y Liam.
–¿Y qué papel tenía ese hombre en la guerra? ¿Tenía un nombre? –Me pareció recibir una mirada inquisidora–. Vale, de acuerdo –Dije mostrando las palmas de mis manos hacia arriba, en señal de disculpa–. Conozco las condiciones... –Dije entre dientes. Después hice una pequeña pausa, pensando en lo que podría soltarle para que se callara–. Estuve antes de esa guerra, pero no participé...

Asentí a sus condiciones, y me separé lentamente de ella, recolocándome delante de ella. Me senté delante de ella, sonriendo satisfecha. Al menos iba a salir beneficiada de esto. Crucé las piernas, y dirigí mi mirada más agradable hacia ella. Ya me sentía mejor, y no tan enfadada como hace escasos minutitos.

Entonces iba a responderle acerca de lo de Kraha, pero era cierto, a ella le tocaba decir algo, así que desistí para un poco más tarde.


Entonces soltó algo de la guerra, y me llamó la atención, así que tomé su brazo con interés.

VAle, de acuerdo, cuéntame más de eso. Y bueno....sobre el nombre...

Desvié la mirada, dudosa de si decirlo o no. Era demasiado hartante recordarlo. Pero supongo que algún día acabaría volviendo y tenía que aceptarlo.
Inspiré hondo y respondí con cautela, de forma pausada y lenta, aunque tenía un tono algo melancólico.

Ese hombre...se llamaba Kraha...Era un Lord....que...me quiso para casarme con él, hace ya un tiempo atrás....

Entonces elevé la mirada hacia ella y proseguí.

Lo que sé que Kraha tiene que ver con la guerra entre vampiros y mestizos, y apoyo a éstos últimos. No he podido leer mucho más...por ahora...

Obediente como un buen perro dócil, despegó sus manos –que tanto me incomodaban– de mis hombros y volvió colocarse en frente. Pareció que lo que le solté despertara su interés, podía verlo tanto en sus ojos como en lo que dijo. Después continuó respondiendo a mis preguntas, como buena parte del otro lado del trato.
Era el mismo nombre que había mencionado antes... no me decía nada... Sin embargo, parecía que le hubiera pedido matrimonio a esta vampiresa...
–¿Y llegaste a contraer matrimonio con él? –Pregunté sutilmente.
Me quedé pensativa un instante... “Si ese tal Kraha apoyó a los mestizos, entonces todo apunta a que pudiera ser de los hijos de mi hermano Lestat...”
–Al principio sólo había un clan. Fue a raíz de ese conflicto que los hijos de la creadora original se separaron, dando origen a los diferentes clanes de vampiros que hoy pueblan Yggdrassil. ¿Debo suponer que Kraha es, o era, descendiente de Lestat? Él fue el que originalmente apoyó la alianza con los licántropos dando origen al nacimiento de los mestizos...
Me quedé nuevamente pensativa, yo era descendiente directa de la vampiresa original, pero no había iniciado ningún clan, ya que no tuve tiempo de crear neófitos que lo conformaran realmente... “Realmente, si yo crease un clan, sería el de los Originarios, ya que siempre seguí la filosofía de mi madre y le seguiría siendo fiel... continuando con su legado...” Caí nuevamente en la cuenta. Igual era esa una de las tareas que me había encomendado antes de inducirme el letargo...
La miré nuevamente, me surgió una nueva duda.
–¿Quién fue tu creador y cuándo sucedió exactamente?
Ya lo sabía, habían sido varias preguntas. Pero si ella las respondía, tendría derecho a formularme el mismo número de preguntas.

Me preguntaba cuál era la razón real por la que quería que dejase de manosearla. ¿Ocurriría algo al respecto? Normalmente a la gente no le disgustaba que la tocasen, si no era con fines eróticos, creía yo. "En fin...cosas que pasan, supongo".

Vagamente, respondí a su pregunta, en un tono tan bajo que apenas era audible- excepto porque Katerina es una vampiresa-.

Sí...me casé con él....

Entonces decidí escuchar lo que decía ella antes de proseguir yo, pero al acabar, me habló de un tal Lestat. ¿DE quién hablaba? A pesar de todo lo que había vivido, no sabía nada al respecto.

Iba a añadir algo a lo dicho, pero acabó con esa pregunta mi intento, quedándome de nuevo muda por unos segundos. Entonces, levanté la mirada hacia ella y repuse seriamente.

Kraha....él me convirtió. Y yo le maté....

Respondí con lentitud. Parecía que el tema le interesó lo suficiente como para proseguir. ¿Tan importante era el tema de aquella guerra? Supongo que para mi en el fondo también lo era, puesto que me permitiría saber más del pasado de Kraha.

¿Y a ti quién te convirtió?¿Y por qué te interesa tanto esa guerra?

Ante lo cual, recordé. En ningún momento me había dicho su nombre, ni yo el mío. Así que, ladeando la cabeza, pregunté

Por cierto ¿podría saber vuesso nombre?

Me preguntó quién me había convertido a mí.
–La misma persona que convirtió a Lestat... –Dije como respuesta. Si sabía quién habría podido convertirle a él, sabría quien era mi madre–. Y mi nombre es Lucille Layla Katerina Vandzant... –Recité, acariciando cada uno de los nombres que conformaban el mío al completo, como si de la cosa más delicada se tratase–. Pero acostumbro a que me llamen simplemente... Katerina. Y me interesa saber lo que sucedió porque me obligaron a perdérmela...
Le había dicho mi nombre completo muy a propósito, porque si aparecía en aquel libro, ella se daría cuenta.
Sabía que había sido poca información en comparación con el peso que podría tener la suya, pero no me gustaba dar las cosas completamente mascadas...
Ahora era mi turno de preguntar.
–¿Por qué te casaste con él si le odiabas? ¿Qué te llevó a casarte con él? Y... ¿qué pasó para que decidieras matarle? Es un poco raro... los creadores suelen ser el doble de fuertes que sus hijos, debiste pillarle en una situación poco favorable para él... imagino.

Lestat...no tenía ni la menor idea de quién se trataba. Ahí ya me había perdido un poco. Pero entonces dijo su nombre, que parecía bastante largo y arcaico. "Guau....vaya nombre tiene esta chica...o debería decir mujer."

Me quedé un tanto perpleja ante aquel nombre, ya que nunca había escuchado ninguno de esa magnitud. "Francamente, me quedaré con Katerina"

Y ahora tras su breve explicación, lo entendía todo un poco mejor. Pero parecía que me tocaba a mi. Entonces antes de nada, decidí hacer una reverencia, inclinándome hacia delante con un brazo bajo el pecho, de forma solemne.

Primero, permiteme que me presente. Mi nombre es Angeline BReedlove, pero normalmente me llaman Angeline...o Angy...algunas veces...

Repuse irguiéndome, dudando cuando decía eso último, en si debía o no decirlo.

"Bueno, ya está dicho"

Tras eso, me senté en una roca con lentitud, cruzando una pierna por encima de la otra. Así se mostraba una de mis piernas hasta la espinilla, muy ligeramente.

Toma asiento, Katerina.

Repuse haciendo un grácil movimiento de la mano, señalando otra roca cercana. ENtonces, mientras esperaba que fuera a sentarse, fui respondiendo.

Verás...en aquellos tiempos, casarse por el hecho de ser un matrimonio concertado era lo más normal. Así que...como mi familia me lo obligaba...tuve que hacerlo.



Me tomé un respiro, cerrando los ojos suavemente, mientras notaba la fresca brisa acariciar mis cabellos. Entonces, volví a abrir los ojos, con una mirada tranquila, y proseguí.

Así que esas dos preguntas se han respondido con una sola respuesta. Y bueno...decidí matarle...porque...Porque...bueno...me odié a mi misma. Le odié en ese momento... y para siempre.

Repuse respirando hondo, como si quisiera evitar una muestra de sentimientos de aquellos tiempos. Entonces, entorné los ojos hacia los azules zaferinos de Katerina mientras proseguía
Consideré una traición que me convirtiera sin decirme nada, ocultándome durante un año que era un vampiro, que mataba gente...que se dedicaba a engañarme. Eso no lo podía tolerar. Y...bueno.....sobre cómo lo maté...Mientras dormía plácidamente le maté. Por eso me fue fácil

Tomé aire para tratar de calmarme un poco, ya que empezaban a aflorar los sentimientos guardados por tantos años, enterrados en el fondo de mi corazón, sobre aquellas fechas. No debía dejar escapar ni una lágrima por aquel hombre. No... no lo merecía.

Entonces endurecí mi mirada y me quedé serena, con aspecto algo indiferente, hacia Katerina. Ya me tocaba preguntarle a ella.

Así que ya ves lo que me sucede. Y ahora te toca a ti...¿te obligaron a perdértela?¿Quién es Lestat?¿Y quién te convirtió?