Un día de sorpresas (Katerina y Dean)

Llevaba ya tiempo queriendo viajar a este extraño continente del que tanto me había hablado Dana. Le había propuesto a Katerina que me acompañara, ya que... ¿Acaso había que explicar un por qué? quería estar con ella y ese viaje de un par de días podía ser una magnífica experiencia.
Estaba tan nervioso, no me reconocía. Tenía un incesante y, hasta molesta sensación cosquilleante en el estómago.
Viajabamos ahora en un gran barco. Tenía tres filas de velas en los dos mástiles, que hacían que nos movieramos veloces surcando los mares. Yo estaba mirando por la copa, siempre me había gustado ver como la resistente madera atravesaba las aguas, como si las rompiera. Y estas, sin importarlas, se amoldaran a su figura y dejaran fluir su espuma con el choque.
Había estado viendo a los delfines cojer las olas, era curioso pero había llegado a la conclusion de que les gustaba aquello, supuse que era como hacer surf. Reí para mis adentros, delfines haciendo surf, era algo que me hacia bastante gracia.

Miré al horizonte, ya podía divisar aquel inmenso continente. Sonreí ampliamente, intentaba ocultar mi emoción pero me abordaba por todos lados. El viento acariciaba mis facciones, haciendo ondear mis oscuros cabellos. Se filtraba entre la camisa, que hoy por ser un día especial había cambiado. No llevaba mi típico chaleco, sino una camisa blanca cerrada. El cuello llegaba hasta el pecho donde se abría con unas cuerdas entrelazadas del mismo color. Las tenía sueltas, esa manía de no sentir la ropa me la había influenciado mucho mi padre. Mis pantalones ahora eran menos anchos, marrones completados con un amplio cinturon. Finalmente llevaba botas resistentes y bien acordonadas. Mi estilo era bastante parecido a el de los marineros del barco, pero con bastante más elegancia.

Había decidido salir a contemplar el día, supuse que Katerina aun estaría en el camarote. Partimos muy de noche y era agradable poder tener un sitio en aquel lugar para dormir las pocas horas que fueran. Yo me había levantado antes, y con un beso me había despedido temporalmente subiendo a cubierta. Hacía un día increible: el cielo estaba completamente despejado, y el azul era ahora el color dominante junto al radiante sol.
El sol... Katerina era un vampiro y, solo podía verlo en su casa. Había ido especificamente dias anteriores al reino de Luccie y tras charlas y risas les había pedido un poco de esa crema que se echaban ellos. Me habían mirado raro, estaba claro, pero al final la generosa de Luccie me había dado suficiente para que Katerina pudiera disfrutar estos dias conmigo tanto por el día, como por la noche.

(off: por cierto, si no se puede por algun casual lo de la crema, cambio el post y pongo que es de noche xDD :on)

Hoy sería un gran día.

Me revolvía entre las sábanas del camarote, entre sueños y fantasías. No dormía, pero por alguna razón no quería levantarme de la cama todavía. No podía dejar pensar en lo afortunada que era y en lo feliz que me sentía. Esto para mí era como un sueño hecho realidad, nunca antes había vivido una historia tan bonita, nunca antes había gozado de tanta libertad como para permitirme hacer un viaje de placer con la persona que amaba, me sentía extasiada...
Un calambre me sacó un instante de mi nube y me devolvió a la realidad. Las cortinas estaban echadas, pero no por ello dejaba de sentir el aclamo del sol, aunque no me estuviera dando directamente.
Me senté sobre la cama de un brinco, apoyándome sobre el borde de la cama dejando caer todo mi peso sobre las muñecas. Llevaba únicamente un fino camisón de seda negra. El calambre me había puesto repentinamente de mal humor. Dean me había traído un ungüento que habría de protegerme del sol, pero yo no me terminaba de fiar... No es que desconfiara de él, ni mucho menos, había visto a Lucía salir al sol tan tranquilamente y en tirantes habiéndose untado de esa crema. Pero Lucía era una vampiresa joven, yo no me terminaba de fiar de mi antigüedad...
Cogí el tarro y lo observé. Su color no es que me dijera que me fuera a proteger de nada... Giré la tapa y lo abrí, acercándolo hasta mi nariz... Su olor era un tanto desagradable... ¿De verdad Lucía se había bañado en esto para salir al sol?
Miré hacia la puerta. Dean estaba fuera y deseaba con todas mis fuerzas ir a estar junto a él, pero para eso tendría que ponerme aquella crema. Suspiré y dejé el frasco sobre la mesa, levantándome de la cama para primero acercarme hasta mi equipaje y sacar un conjunto para vestirme.
La ropa que había traído era principalmente de verano y no tan ostentosa como la que solía llevar habitualmente. Me puse un vestido rojo, de finos tirantes, ajustado hasta la cadera, pero luego quedaba suelto hasta un poco por encima de las rodillas. Me recogí un poco el pelo, simplemente por un lado, que me despejara la cara, sujetándolo con una orquilla con forma de rosa negra. Me miré entonces al espejo... Dean ya me había visto sin maquillaje y no estaba del todo segura de que terminara de acostumbrarme a ver mi pálido rostro sin apenas un pequeño toque que me hiciera resaltar los ojos y ver mis labios más vivos. Decidí que esta vez no me pondría nada. Hacía mucho que no sentía el calor del sol sobre mi piel, y quería que lo hiciese directamente y sin ninguna clase de máscara.
Me giré entonces hacia la mesa, dejando escapar un largo suspiro... Llegaba la hora de ponerme esa cosa asquerosa... “Vamos, Katerina, no te lo pienses más...” Y no lo hice, fui directamente hacia la mesa, hundí la mano en el frasco –sintiendo un ligero repelús al entrar en contacto con el fluido– y comencé a extendérmela... He de admitir, que sorprendió sentir que causaba un efecto bastante refrescante y agradable que compensaba todo mal olor. Con una pequeña sonrisa de alivio, terminé de extendérmela y salí del camarote hacia la cubierta del barco, sin olvidarme de coger un pequeño parasol que iba a juego con la flor y los zapatos.
El ascenso por las escaleras se me hizo bastante eterno, el sol penetraba por la puerta, ya en la parte superior. Tenía la cabina del capitán justo en frente, pero decidí en esta ocasión no prestarles atención, ya que en este momento estaba concentrada y nerviosa por el primer contacto con la luz del sol en siglos.
Me pegué a la pared y alargué lentamente la mano hacia el rayo de luz. Primero dejé que que rozara la punta de mis dedos y poco a poco fui dejando que más luz abarcara mi mano. El corazón, de haberme latido, se me hubiese salido del pecho en aquel mismo instante. No podía creérmelo... ¡¡¡la crema funcionaba!!!
Con timidez y ahora lágrimas de emoción en los ojos, poco a poco fui dejando que el sol me diera en todo el cuerpo, a medida que cruzaba la frontera hacia el exterior.
Estaba emocionaba, llevaba siglos sin sentir la luz del sol sobre mi piel y Dean me había dado ese regalo. Le busqué con la mirada, observándole con una intensa mirada llena de amor mientras la brisa marina me agitaba mis largos cabellos platinos, que ahora se veían más rubios gracias al tono cálido que les proporcionaba la luz del sol.
Me acerqué despacio hacia él, caminando elegantemente pero haciendo uso de mi sigilo. Seguramente se habría dado cuenta de que ya estaba allí, mucho antes de que me decidiera a cruzar el umbral, pero yo quería agradecerle a mi manera, sin perturbar su calma...
Me acerqué a él desde atrás y rodeé su cintura con suavidad, apoyando mi cara en su espalda. Me sentía tan feliz, que no quería que aquel momento terminara...

Estaba ensimismado en mis pensamientos. El olor a sal era intenso y llenaba ahora mis fosas nasales. Seguía mirando al horizonte, con una sonrisa en los labios, me encantaba el mar...

El viento me daba de cara, por lo que no podía oler bien lo que estaba tras mis espaldas, pero entonces sentí una presencia.
Antes de que pudiera girarme noté esa suavidad sobre mi cintura, y ese drástico y gélido contraste al notar el contacto. Inconfundiblemente era Katerina, que ahora si que la olía... aun que olía extraño, me recordaba mucho al olor de Lucia de vez en cuando. Entonces supuse que era porque se habia echado la crema.
Me paré un momento "La crema" me dije a mi mismo algo sobresaltado. Nunca habia visto que incidieran los rayos de sol tan directamente. Pese a la comodidad y confort de sus caricias, de las que ya era totalmente preso, me dí la vuelta despacio pero impaciente por mirarla.
Quedé atónito, era increible... ella estaba allí, con esa sonrisa que la caracterizaba... y brillaba como los propios angeles. ¿Quien hubiera pensado que ese ser se encomendaba a la oscuridad? pues solo había llenado de luz y calidez mi corazón.
La contemplé, como quien contempla una obra de arte. Mis ojos reflejaban claramente la calidad del amor que ,e provocaba.
Su pelo, ahora tan brillante como el mismo sol. Sus ojos no se quedaban atrás, y el azul era tan intenso como el cielo ahora, más vivo, el azul más limpio y claro que había visto en toda mi vida. Su blanca piel, que seguía reflectando los rayos del sol, aun que no tanto como sus cabellos... parecía que ella misma brillara con luz propia.
Me fijé en que no llevaba maquillaje, y sonreí aun más. La verdad es que siempre me habian gustado más las mujeres sin maquillaje, así estaban al natural y si ya eran guapas, como en este caso... no necesitaban de potingues para pronunciar lo que ya era más que evidente.
Seguía atónito, me separé de ella un paso para poder contemplarla entera. No me había dado cuenta pero la había cogido de las manos, delicadamente y ahora las expandía contemplándola descendiendo por su fino cuello. Lo primero que miré fue su vestido, era bastante apretado, pero bonito.. muy bonito. El viento hacía mecer el pequeño vuelo que este tenía. Me fijé en que el rojo era un color que la gustaba bastante, al igual que el negro que también percataba tanto en sus zapatos como en la flor negra que adornaba su fino cabello. Seguía mirándola de arriba abajo, para mí fue eterno, aun que realmente fueron unos instantes. Era preciosa, mirara como lo mirara, no había visto nada tan hermoso...
Ahora la miré a los ojos, a esos profundos ojos azules y sonreí. Sus finas facciones no me inspiraban más que amor.

-Estaba seguro... la luz del sol sabría como hacer honor a tu belleza...-dije, con voz suave y tranquila. Entonces la cogí de las mejillas y la traje delicadamente hacia mi. La besé con calma, pero no por ello sin intensidad. Quería llenarme con su ensecia y me pegué aun más a ella. La necesitaba, eso era una realidad. Bebí de sus labios, cargando en aquel beso todo lo que sentía, que no era poco. La abracé, entonces, quería sentir su cuerpo junto al mio...
Con el contacto y la admiración que estaba sintiendo no me percaté de que de pronto comenzaba a sentir palpitaciones en la entrepierna. Radicalmente cambié de pensamientos.
"No... que tu cuerpo no estropee este momento, Dean. Solo quiero sentirla, controlate" me dije a mi mismo. Nadie salvo yo había notado aquello, ni si quiera se notaba visiblemente, aun así traté de controlarme y disimulé muy buenamente mis deseos de poseerla.

Cuando me separé de ella volví a mirarla, aun más sonriente que antes. Estaba tan feliz que estar ahí con ella, de poder hacer el viaje y, sobre todo, de poder tenerla a mi lado como pareja. Aun que ahora que caía nunca habían acordado ser novios... aun que, en cierto modo, las palabras no importaban, solo el sentimiento.

Volví a la realidad, forzoso, cuando me dí cuenta de que todos los tripulantes que trabajaban en el barco la miraban con deseo. Entre cerré algo los ojos, pero estaba tan feliz que ni me importaba. Ella era guapa, muy guapa, y era normal que los hombres la miraran.
La acaricié la mejilla una vez más con el reverso de la mano, con delicadeza.

-Te amo...-la susurré, entonces el vigía nos sacó de aquella pompa, anunciando que no tardaríamos en llegar.

Era una sensación agradable, percibir su esencia, el cálido tacto de su piel transmitiéndome su calor –tenía que admitir que me resultaba tan irresistible– y la calidez del sol sobre mi piel... Ésta brillaba de un modo especial, debido al efecto de la crema, haciéndola parecer un poco menos pálida. Pero por alguna razón ya no sentía aquellos calambres que me advertían del sol, pues la crema me refrescaba y aliviaba.
Se dio la vuelta lentamente. Sentí su mirada observándome, pero yo no podía apartar la mirada de sus ojos, a la luz del día se veían mucho más intensos y definidos, podía ver perfectamente hasta donde llegaba el marrón y dónde comenzaba el verde...
Me tomó de las manos y se separó de mí, continuando con su observación... Aquella mirada me hizo ruborizar, y esta vez se reflejó en mis mejillas... ¿Qué era lo que miraba tan atento? ¿Acaso tendría algo en el pelo?
Pero entonces me quedé yo también mirándole de arriba abajo... Estaba... diferente... la ropa que llevaba le sentaba perfectamente, parecía ser más de su talla. Pero no sólo era eso, sino que resaltaba el cuerpo que estaba echando... Me ruboricé una vez más, ¡estaba tan guapo...!
Sentía que el calor del sol aumentase mi temperatura corporal por momentos y la absorbiese, regulando así mi temperatura, al mismo tiempo que la brisa marina agitaba mis cabellos y la falda de mi vestido.
Sin embargo, si algo me puso de verdad adorablemente colorada fueron las palabras de halago que me dedicó... Pero no tuve tiempo de esconderme de su mirada, ya que se aproximó hacia mí, atrapándome en su mirada irresistible y me besó con suavidad... lentamente cerré los ojos y me apegué a él correspondiendo tiernamente a sus labios, sintiéndome estremecer enteramente... me resultaba tan tierno, dulce y delicado...
Me abrazó... por lo que me aferré entonces a su camisa, abrazándome con fuerza a él... sentía su pulso acelerado a través de su pecho... su cuerpo, que de alguna manera era como un imán y lograba que mi cuerpo se apegase completamente al suyo, como si fuera uno sólo... Sentía una presión en el pecho, muy similar al latir del corazón, que parecía querer escaparse de mi pecho...
Me sentía como en una nube y a pesar de la brisa marina, era como si no hubiese nada ni nadie más allí más que él y yo.
Aquellas sencillas palabras que me susurró acarreaban mucho más de lo que parecía. Le miré a los ojos llena de dicha... de ese mismo sentimiento que él había nombrado rebosaba mi mirada...
Le amaba, yo también, y sería capaz de ir hasta el fin del mundo si así pudiera estar junto a él. Le abracé, con fuerza, no me quería separar. No me importó que el vigía nos interrumpiera, pues quería sentirle un poco más antes de salir a explorar el nuevo mundo.
Me puse de puntillas y me incliné hacia él tomándole por la mejilla, cerré los ojos y despacio dejé que mis labios se unieran suavemente a los suyos, en un dulce, tierno y prolongado beso.
Al despegarme, le dirigí una mirada tierna y con suavidad le tomé de la mano, entrelazando sus dedos con los míos, al tiempo que me colocaba a su lado, frente a la barandilla. El paisaje que se veía desde allí era precioso y podía verlo a la luz del día.
La costa se divisaba ya no muy lejana, un paisaje rocoso con pequeñas entradas de agua hacia el interior, salpicado de pequeñas cuevas, talladas en la roca por efecto de la erosión.
Miré hacia abajo. El agua que surcaba nuestro barco era turquesa y cristalina. Daban ganas de tirarse a ella para refrescarse, pero no estaba segura de si la crema resistiría el agua, así que por el momento decidí esperar a la noche para tomar un baño en estas aguas.
Me volví de nuevo hacia Dean, sonriéndole tiernamente.
–Ah... No sé si puedo esperar a que el barco desembarque. Este lugar parece llamarme a gritos... –Exclamé entusiasmada, apretando con suavidad la mano que contactaba con la suya.
Estaba deseando explorar estas tierras.

A ella parecía no importarle nada aquel vigía, ni sus palabras. Seguía con su intensa mirada sobre mi. Sonreí estupidamente, entonces me sujetó por las mejillas y me dedicó un largo beso, pero no suficiente, yo buscaba la eternidad.
El corazón me latía con fuerza, la acerqué a mi simiendola, no quería separarme de ella ni un instante.

Miré como entrelazaba los dedos a los mios... entonces la devolví la mirada, sonriente, me gustaba aquello. Se situó al lado de la barandilla, junto a mí. ¿Qué importaba ahora el mar? yo la observaba a ella. Vi su emoción reflejada en sus ojos, al igual que el entusiasmo en su amplia sonrisa. Sonreí ampliamente también al verla así de ilusionada.
Yo tambien estaba muy emocionado por aquel nuevo continente, pero sobretodo, con el echo de que allí no teníamos porqué escondernos de nadie.
Miré ahora las olas, el puerto estaba ya muy muy cerca, y aquel color turquesa me fascinó.

Me puse tras ella y la abracé por atrás agarrando también su otra mano y entrelazandolas rodeandola. La dediqué un calido beso en la megilla, y otro en el cuello, entonces vi como aquella tierra se veía cada vez mas cerca.

Una vez llegamos, ayudé a algunos de los marineros a descargar, por simple simpatía: les faltaban algunos hombres ese día.
Me reuní pronto con Katerina, que ahora ya no solo era observada por los marinos del barco, sino también por los demás que recorrían el muelle.

Entrecerré los ojos de nuevo, no me gustaba que la miraran con tanta lascivia. En gran medida era por celos, pero por otra parte también era por que no quería que con esas miradas la degradaran como si fuera un objeto desechable.

Me acerqué a ella y pasé mi brazo por su cintura, caminando, alejandonos de la muchedumbre y el traqueté del barco, hasta que llegamos a un lugar rocoso y apartado.
Había estado observando el clima y la vegetación, todo era diferente. Los arboles no tenían la misma forma, y la tonalidad en sus colores también era ligeramente diferentes. Era increible que no tan lejos hubiera algo que parecía estar en otro mundo.

Me detuve, entonces, mirandola.

-Bueno... ¿a donde vamos?-pregunté, aunque en ese preciso lugar lo unico que había era un camino para volver al puerto y algunos senderos que conducían a un lugar rocoso y escondido.

[OFF Si te parece, podemos enlazar este tema con el de Sed con Yuliya y Azhara, y proseguir allí la historia ]

Tras un momento de eterna paz entre sus cálidos brazos dejándome querer derretida por sun infinita calidez, Dean se marchó a echar una mano a los marineros. Yo no podía dejar de observarle con una sonrisa, estaba feliz. Los marineros me echaban miradas lascivas, pero qué me importaba, yo sólo tenía ojos para Dean. Tiempo atrás, quizá me hubiera aprovechado de aquella ventaja, pero ya ni siquiera el pulso desvocado de los marineros salidos al mirarme en mi cabeza... era como si se hubiera quedado en un murmullo lejano. No pensaba en sangre, no tenía sed como antes, ya no me encontraba frenética por cualquier cosa... no comprendía por qué me estaba sucediendo esto, pero tampoco me preocupaba, pues él invadía todos y cada uno de mis pensamientos.
Regresó a mí, preguntándome a dónde quería que fuéramos y rápidamente tomé su mano.
–¡Vayamos a explorar! –Exclamé con entusiasmo, comenzando a tirar de él hacia el desembarcadero–. Este lugar promete aventuras, sin duda, y quiero perderme en su espesura contigo, Dean.

off: bueno, por mi wiki, asi lo "cerramos" xD :on

La miré, algo sorprendido al principio, entonces una sonrisa iluminó mi rostro. No pude contenerme las ganas de besarla, y allí daba igual, allí nada importaba ya. Nadie nos conocía, no teníamos por qué fingir.

Tiré de sus brazos, aquellos que me llevaban ansiosos hacia la espesura. Al tirár ella vino a mi y cogiéndola con gracia por la mejilla con la otra mano uní nuestros labios, efímeramente.

Cuando me separé la miré con cariño, no creía que pudiese mirarla de otra forma.

-Mientras estés tu, voy a donde quieras-la dije. La verdad es que la idea de aventuras removía algo en mis adentros, como un cosquilleo deseoso de novedad, quizás por mi instinto licántropo, quizás por mi juvenil espíritu aun. Fuera como fuera lo sentía así.

Tiré esta vez yo de ella, son una amplia sonrisa. Estábamos frente a un terreno puramente rocoso, en algunas rocas parecía haber aberturas. En estas se oía el eco de un goteo, o al menos es lo que yo escuchaba con mi oído licántropo.
Observé bien la zona, ese lugar no dejaba de ser desconocido para nosotros y no estaba de más estar alerta.

Por otra parte, el lugar era precioso. El musgo subía por las rocas. Estas eran de un color apagado. Sin embargo en otras zonas el color se tornaba más claro, casi casi de color blanco. Era una visión curiosa, novedosa y sin dudarlo, escitante.

Me dispuse a bajar por una de las rocas, soltando por un momento la mano de Katerina. Una vez abajo alcé los brazos para ayudarla a bajar.
Se reflejaba un poco en las rocas un tono diferente, y se movía. Oía el chapoteo del agua allá abajo y me daba curiosidad observar aquello.

Me besó efusivamente, y yo no pude más que corresponderle derretida, mientras los marineros seguramente nos obsevaran amarillos de envidia. Fue un beso fugaz pero apasionado y lleno de amor, como todos los que solamente Dean me sabía profesar, provocando en mí un suave cosquilleo de eterna actividad.
Después, tiró él esta vez de mí, posando ya los pies en tierra firme. Ante nosotros teníamos un paisaje puramente rocoso que pareciera una gran muralla, pues hasta donde alcanzaba mí mirada, sólo podía ver acantilado. Sin embargo, el mar parecía haber mellado algunas zonas y se adentraba hacia él interior de la gran masa, dando lugar a lo que parecían cavernas.
Si quisiera, podría ascender hasta lo alto en un saltiamén volando, aunque hubiera que haber tenido que cargar con Dean hasta arriba... pero había olvidado darle crema a mis alas de murciélago, ya que hacía bastante que no las usaba y quizá hasta les habrían salido telarañas. Por lo que el camino que parecía más viable en este caso, parecía que fuera adentrarse en las cuevas. Por lo que seguí a Dean hacia el interior, agradeciéndole su ayuda tan caballerosa –aunque no lo necesitase, pues era mucho más ágil que él–, perdiéndonos en él misterio que acarreasen aquellas cuevas.

[OFF Creo que ya podemos dar por finalizado este tema ]