cuevas a las afueras del castillo

Al final de los dominios vampiricos se encontraba escondida en la espesura del bosque una pequeña entrada a unas cuevas, no se podia encontrar facilmente a no ser que la fueras buscando a posta. Habia visto por casualidad un libro en la biblioteca que me revelaba una informacion muy interesante y decidi adentrarme ahi. Habia muchos pasillos a lo largo de la cueva y despues de tomar los correctos, me encontre en una gran sala, en el centro de ella había un pedestal y en el un silvato *asi que era cierto* pense con alegria. Mire hacia arriba y encontre una de las cosas que buscaba, murcielagos, cientos de ellos pegados en las paredes o colgando del techo.

Tire mis espadas hacia arriba haciendo que estas se clavasen en el techo, los murcielagos fueron volando por toda la sala intentando interceptarme, cuando lo consiguieron viniero a por mi, era justo lo que queria sin embargo, no queria matarlos.
Pase dias enteros metida en esa cueva luchando sin apenas descanso, no podia dejarlo sino todo habria sido en vano. Al cuarto dia consegui mi objetivo con doscientos murcielagos y cojí el silvato con una sonrisa, estaba echa polvo pero sin embargo sabia que habia triunfado en mi "mision".
Me colgue el silvato al cuello y me fuí a comer algo para reponer fuerzas.

Volví a los dos dias y empece a entrenar esa nueva arma, tenia que acostumbrar a mis oidos a aquel sonido tan desagradable y saber controlar a aquellos murcielagos. Paso una semana mas y consegui mi objetivo no sin un arduo esfuerzo ya que al principio no sabia muy bien como hacerlo. Me fui de alli cansada hacia el castillo, esta vez si que habia terminado, tenia muchas cosas que contarle a Walter.

llegué a ese misterioso lugar y me encontré allí con Ana. Estaba con ese silbato tan odioso.

- buenos días ana, ¿qué tal estas? veo que estás entretenida

Me di la vuelta soprendida porque hubiera alguien por ahi.-A.. hola nat, si estaba entrenandome un poco.-dije sonriente dejando otra vez mi silvato en el cuello.

Reí un poco- si bueno yo tambien lo odiaba, en realidad no, me entreno para soportar el pitido y para controlar a unos animalitos muy monos que viven por aqui.-dije señalando el techo.